No sé exactamente la intención que tuvo Carolina Bescansa al asistir al congreso con su hijo (un bebé con meses de vida), ni voy a entrar a juzgar si hizo lo correcto o no.
Pero algo si queda claro: ha llamado la atención. Últimamente parece que nuestra sociedad se mueve a fuerza de impulsos promovidos por gestos, sin profundizar con anterioridad, sin plantear a priori pero si esperando una respuesta a posteriori, que cuanto más visible y llamativo sea el gesto, mayor suele ser su efecto.
Carolina y su partido, saben dominar a la perfección este escenario, mucho mejor que el resto de sus adversarios políticos.
Después pueden salir palabras como demagogia, populismo...Pero de entrada, mucha gente se siente identificada en los gestos que en si no solucionan nada pero si provocan un debate que justifica y da la razón a esta forma de entender la política. No hay paso que den, que no provoque un aluvión de apoyos y de críticas en la misma proporción.
Esto no tiene por qué ser malo, si los cambios que se vayan produciendo se llevan a cabo con cierta normalidad y sin enfrentamientos que podrían ser muy peligrosos si extrapoláramos a la realidad lo que se vierte y vomita en las redes sociales.
Los pueblos son soberanos, deciden, y en sus decisiones pueden acertar o no, como personas que los conforman. Escandalizarse puede ser una opción, la crítica puede ser una opción pero, pierden fuerza si estas actitudes no se ven respaldadas por ideas claras y argumentos firmes que puedan compensar la fuerza de los gestos que tan poco hacen en si pero tanto pueden llegar a conseguir.
El escenario político no está cambiando, ha cambiado y, si algunos no quieren darse cuenta, los gestos en una sociedad dirigida por sensaciones más que por reflexiones, pueden llevar al poder a quienes mejor sepan manejarlos.
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