Desde 2016 la compra de sexo es ilegal en Francia, ya antes lo eran los burdeles, el proxenetismo y la prostitución de menores. En este tema el país vecino nos lleva un glorioso adelanto, ojalá aquí hicieran lo mismo. Estas circunstancias buenas para los franceses han tenido una proporción directa nefasta en nuestro país, el aumento de la trata de mujeres en el Alto Ampurdán, en Gerona, más de un millar de mujeres sobre todo rumanas, búlgaras y nigerianas.
No es que las haya sólo en esa zona, en toda España hay trata de mujeres, aquí ha tenido un aumento por la proximidad de la frontera y el trasiego de camiones.
No hablo de trata de blancas porque este es un concepto que habla de esta situación en las mujeres caucásicas mientras que el resto no se incluía poque se veía normal que recibieran ese trato, por lo tanto es racista y colonialista.
Siempre las cosas terribles es mejor tenerlas lejos, pero a veces es cuestión de no querer ver que están cerca. Mujeres engañadas que piensan que vienen a España en persecución de un futuro mejor y que son explotadas por estas redes que las aíslan del exterior y no le permiten salir de su situación de esclavas sexuales.
Es difícil ir por cualquier carretera de España y no ver alguno de estos antros que anuncian abiertamente a qué se dedican. Lo que no vemos es que la policía intervenga para averiguar la situación de las mujeres que hay en ellos. Son ellas las que tienen que dar el paso para que la policía actúe y cómo van a hacerlo si ni siquiera les permiten salir a la calle o hablar por teléfono. Las tienen todo el día encerradas y por las noches las llevan allí. Las que se rebelan o intentan escapar reciben tremendas palizas para que vuelvan al redil.
Con qué impunidad se ejerce un negocio que mueve al año miles de millones y qué poco debate crea entre la opinión pública. No parece que estos seres humanos le importen a nadie.
Hay una culpabilización hacia las que ejercen esta actividad, sin reparar en qué situación lo hacen, cosa que les afecta a las mismas victimas a las que les da vergüenza contactar con su familia una vez libres. La verdad es que acaban muy afectadas psicológicamente, como los rehenes que sufren síndrome de Estocolmo. Tiene que pasar mucho tiempo para que se sientan libres mentalmente.
Es necesario que se abra un debate sobre este tema en el Parlamento que acabe con esta lacra de la trata de mujeres, cómo puede permitirse algo así en un país que consideramos moderno y democrático.
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