Opel Adam, el coche puzzle

La versatilidad en el automóvil apunta a muchos conceptos y uno de ellos es la punta de lanza del Opel Adam, el más urbano de la marca alemana, que ha hecho de este modelo, con sus 61.000 combinaciones para el exterior y 82.000 para el interior, un auténtico coche puzzle.

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  • Opel Adam. -

La versatilidad en el automóvil apunta a muchos conceptos y uno de ellos es la punta de lanza del Opel Adam, el más urbano de la marca alemana, que ha hecho de este modelo, con sus 61.000 combinaciones para el exterior y 82.000 para el interior, un auténtico coche puzzle, en el que será muy difícil que cada uno de sus clientes no encuentre la combinación a su pleno gusto.
Esas combinaciones en el exterior se hacen solapando colores de carrocería, techo y llantas, mientras que en el interior las combinaciones admiten actuaciones en tapicerías, molduras, salpicadero, paneles de las puertas y un largo etcétera.
Dicho queda, de este Opel Adam esa conjunción de tantos elementos es la que hace su fortaleza a priori en el mercado, aunque añade otros valores que, lógicamente, serán citados. Y, precisamente, por esa amalgama de versiones este modelo fue pionero de una fórmula que llamó la atención en el Salón del Automóvil de París. El stand de Opel ocupó toda la superficie con el Adam y sus variantes de colores, dibujos y componentes que era capaz de asumir.
El Opel Adam, coche que utiliza una plataforma reformada del Corsa, se hace difícil de encajar dentro del segmento de los urbanos.
Por un lado, aporta un concepto muy glamuroso por esas posibilidades decorativas y por un diseño moderno y atractivo. Por otro, encaja en el territorio de los más pequeños con sus 3,60 metros de longitud. Por propia naturaleza, su referente competitivo es el de modelos como el Renault Twingo, Fiat 500 o el Volkswagen up!, aunque tampoco resulta disparatado colocarlo frente a referentes premium como Mini, Audi A1 o Citroen DS3.
Desde esta perspectiva, nadie le puede negar una personalidad propia y bien definida al Adam en su arquitectura, lo que tiene su mérito ante la proliferación de trazos semejantes que se dan hoy en las formas externas de los coches.
La fuerza del Adam es su visión lateral, donde llama la atención la trayectoria del techo, levemente inclinado desde el pilar central y con una especie de horquillas en el color de la carrocería que flanquean las pequeñas ventanillas de la parte trasera. Otro punto en el que se fija la vista es en el tamaño de las puertas, por la importante extensión que hay hasta el pilar B.
El frontal destaca por la ligera inclinación del capó que le otorga una aerodinámica interesante, con unos faros pequeños, que contrastan con el importante tamaño que adquieren las luces de intermitencia en la parte inferior. Este recurso decorativo hace que se eliminen los faros antiniebla.
Atrás, las defensas aportan fuerza y músculo al diseño y la pequeña luneta le da un aire de cierta elegancia.
El habitáculo, aparte de jugar con las sorpresas de los colores y dibujos se deja seducir por una excelente impresión de calidad de materiales y acabados, donde todo encaja para crear una ambiente luminoso y alegre.
El juego de equilibrios también está presente en las percepciones que transmite el motor, en este caso, un gasolina (la gama no oferta diesel) de 87 CV, que queda en el justo medio entre el 1.2 de 70 CV y el mismo 1.4 ampliado a 100 unidades de potencia.
Este propulsor no ha transmitido especiales emociones; no es prodigioso en aceleraciones y recuperaciones; le falta algo de fuelle para coger velocidad punta; obliga a regímenes un poco altos, que se traducen en sonoridad y, luego, no llega a nota en consumo. Falta, y sería interesante, establecer una comparación con el de 100 CV, para ver si éste rompe alguna de las tendencias del bloque probado.
El consumo, parte importante, dado los tiempos que corren, dejó patente un gasto de más de 9 litros a los cien kilómetros y de seis en carretera. El promedio, según ordenador de a bordo: muy levemente por encima de los 8 litros, registro bastante alejado de la homologación del fabricante fijada en 5,1.
El motor se somete a una transmisión manual de cinco velocidades de desarrollos bastante largos y propensa al uso de palanca al abordar pendientes largas y pronunciadas.
El Opel Adam es un urbano de una pieza, que se mueve con inusitada soltura por las calles y aparca con tremenda facilidad hasta en los huecos más pequeños. Fiel a esa vocación, el coche cuenta con sistemas interesante para hacerla más fácil, como el sistema ECO de limitación de consumo, o el modo CITY, que suaviza la resistencia del volante, aunque sin su concurso, es igualmente apreciable esa suavidad.
En carretera trasluce los defectos motrices, aunque queda bien si lo que se pretende es una conducción tranquila.
Dentro de ese ámbito se nota más la dureza de las suspensiones y, sobre todo, un efecto rebote constante, no excesivo, incluso en los firmes asfaltados más recientemente.

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