Una feminista en la cocina

Si llegáramos a saber

La verdad es que- cuando enfermamos-estamos jodidos. La casualidad también hace su función y como ya les dije, la Malora.

Publicado: 11/11/2018 ·
15:20
· Actualizado: 13/11/2018 · 15:21
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Mi padre se ha operado de cataratas. Por lo privado. Es lo normal, si no quieres pasar por las listas de esperas. Mi marido pasó por ellas y -en ese tiempo- la enfermedad siguió su curso y se lo llevó a la tumba. La gente dice que era “su día”, pero no creo en banalidades y si en hechos y estos son que si te atienden los mejores profesionales- y a tiempo- te salvas de casi cualquier cosa. Mi padre ha quedado mal…Ve borroso y siempre tiene rastros de sangre cerca de la pupila como si le hubiera rascado el ojo “la Bestia”. No es mi padre de ir a los Juzgados, pero debería porque si no ese profesional seguirá haciendo estropicios.                                      

Pedro Pérez y Marisa Martín visitan a los enfermos en Cudeca.

La verdad es que cuando enfermamos-estamos jodidos. La casualidad también hace su función y como ya les dije, la Malora. Mi marido la tuvo, esperando para que le operasen (un cáncer gravísimo) desde septiembre hasta enero, encontrándose su cirujana -cuando por fin le abrió- con que estaban los ganglios linfáticos ya tocados. La Sanidad pública no es lo que debería, pero la otra vaya usted a saber, porque han caído en operaciones banales tantos o más que moscas con insecticida, solo que no nos enteramos porque no interesa. Les contaré que prefiero la pública para todo, pero hace unos años estando embarazada, empecé a tener pérdidas y recurrí a lo que estaba más cerca, en este caso la concertada. Me hicieron un legrado porque había perdido en embrión tras horas de angustias donde me enchufaban a un ecógrafo para ver cómo la burbujita estaba desinflándose. El legrado no fue mal, pero a la salida de quirófano me fui entera de viaje adonde los muertes pacen para siempre. Sentí correr a mi alrededor y cómo me metían algo en el pecho. Luego volví porque tenía cuatro críos y muchas ganas de contárselo a ustedes. Pero pude no hacerlo, como tantos otros que se fían incondicionalmente y no retornan al mundo de los vivos. No es mala muerte, no crean, porque no te enteras de nada, no sufres como mi marido, ni se despegan los dolores de cada suspiro como mi pobre Lourdes. Tampoco vas al colegio casi gateando como Fany, ni ves el cuerpo desligarse de ti machacándote por entero. No es mala muerte, si es elegida, pero si te caza en una operación de estética es muerte negra que te roba todo lo que soñaste para cuando despertases. La muerte duele, ya lo he dicho muchas veces. También la de mi marido. Mis hijos- como aquellos familiares que ven en los juzgados la solución a la pena- querían que lo llevásemos a juicio, pero se impuso- no la sensatez , ni el conocimiento de que es difícil probar que una persona ha muerto por negligencia médica-sino el puro machaque que da el que te quiten lo que tanto quieres. Ese es el problema, el querer vivir a toda costa y el que la Malora te atrape por el cuello, dejándote seco en un hospital lleno a rebosar de todo lo que te podía haber salvado la vida.

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