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Sentido aristocrático asambleario

Pero hay quienes, en el caso de que la mayoría de la asistencia no respalda sus propuestas, formulan dudas, quejas o incluso descalificaciones sobre lo que den

Sentido aristocrático asambleario

Cuando las asambleas –sean del tipo que sean- van a favor del interés particular de algunas personas,  estas se afanan en elogiar los valores participativos y ciudadanos que esta forma de adoptar colectivamente acuerdos tiene. Invocar la asamblea, como forma normalizada de hacer participes a las personas afectadas en la toma de decisiones colectivas, supone un reconocimiento y al mismo tiempo un respeto hacia los criterios que cada cual tiene y, sostiene, una vez debatido el asunto sobre el que adoptar acuerdo. Pero hay quienes, en el caso de que  la mayoría de la asistencia no respalda sus propuestas, formulan dudas, quejas o incluso descalificaciones sobre lo que denominan “asambleísmo”.  Personas que abrazaron el sentido asambleario de movimientos sociales o políticos llegan a comentar “Estamos asistiendo a un progresivo abaratamiento del sistema democrático pretendiendo ser “más democráticos que nadie” mediante el asambleísmo o las votaciones “directas” sobre todo lo habido y por haber.”  De estos hay quienes llegan incluso a denostar a quienes animan esta forma de participación directa “por comodones e incompetentes o manipuladores, pues muchas consultas son teledirigidas, cuando no manipuladas”. Y más aún cuando espetan sin pararse a consideraciones  que “los que recurren a la consulta sin parar suelen ser los menos democráticos y además unos demagogos”. Y no hablamos del Brexit.
Quienes esta amargura trasladan, muestran en el fondo un aristocrático sentido  de la representación ya que se preguntan que “Si siempre se cubren las espaldas preguntando a la asamblea, ¿para qué fueron elegidos? Es evidente que estas personas que insultan y menosprecian a la “democracia directa”, no comulgan con ella, ya que sólo desean que las gentes participen para elegirlos a ellos y una vez elegidos, con su superior criterio, hacer y deshacer a su antojo, a espaldas de quienes los eligieron. 
Es más nítido aún el mensaje cuando, viendo frustrados sus deseos autocráticos, invocan aquello de que “tenemos en este país una democracia representativa, y elegimos a alguien presuponiendo que sabe más que el común”. No han comprendido aún que la grandeza de la democracia directa  reside en elegir a personas que representan las ansias, las aspiraciones del colectivo, al que debe representar. Si ese colectivo tiene ansia, necesidad de participar, no precisa de aristócratas sabios, que  como saben de todo ¿para qué consultar a las gentes?  Quienes para asirse al “poder” enarbolaban la bandera de la asamblea, de la democracia directa, y cuando ven comprometido su estatus maltratan no sólo a las personas sino incluso el proceso, muestran dan de la flaqueza humana.  Para ser verdaderamente demócrata hay que ejercitar  la virtud de la humildad y aplicar la inteligencia, que se tenga,  para conocer la viga en propio ojo y la paja en el ajeno.

Fdo Rafael Fenoy Rico

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