Sindéresis

El alcalde de Tiburón

 Y el único consuelo que obtengo en este momento es saber que ahora sí, desalmados, ahora no os vais a librar por no meteros en el agua.

Publicado: 04/05/2020 ·
02:01
· Actualizado: 04/05/2020 · 02:01
Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

Del propio autor:

VISITAR BLOG

Cuando escribí mi novela basada en el primer brote de una epidemia (que generaba monstruos) llamada Aquí la tierra es mala, tuve bastante claro que quería alejarme de la figura que yo denomino «el alcalde de Tiburón». Es decir, el típico político o empresario que esconde la magnitud de un peligro para que el mismo no paralice los negocios o para camuflar el ahorro en materiales defectuosos que lo ha provocado. Encontramos a este personaje en gran cantidad de películas y libros de desgracias, pandemias zombis o desastres similares. No confundir con el pobre diablo que ya ha sido infectado y se calla para que no lo echen del refugio. El pobre diablo que se tapa el mordisco de un zombi es un tío que actúa por miedo insuperable. El alcalde de Tiburón es un hijo de la gran puta y más te vale no ponerte entre él y un montón de dinero.

 Yo pensaba, en el tratamiento de cada municipio y comunidad autónoma acerca del coronavirus, que íbamos a encontrarnos distintos niveles de miseria en el discurso político, de cara a la galería, de cara al votante, pero que a la hora de la verdad todo el mundo estaba haciendo lo que corresponde para salvaguardar la salud y la vida.

 Me equivocaba. Por eso mi novela al final ha resultado algo naiff en ese sentido.

 O tengo la sospecha de que me equivocaba. Y no me refiero a empresarios que guardaban material sanitario para especular con su precio en el mercado, ni al mierda médico ese que pillaron al principio del todo robando 300 mascarillas del hospital para llevarlas a su pueblo. Lo que sospecho que sucede en estos momentos es que el gobierno de la Junta de Andalucía, y los gobiernos de otras Comunidades Autónomas dirigidos por el Partido Popular, están haciendo muchos menos test de los que poseen porque quieren adulterar las cifras de infectados para que parezca que en sus respectivas tierras la epidemia es menos grave de lo que en realidad es. Para que, en los distintos escalones de la desescalada, en sus respectivas tierras se puedan abrir antes al público los negocios derivados de la hostelería y de la construcción. Para que fluya el dinero pase lo que pase, como cuando el alcalde de Tiburón decide que la economía de Amity no debe verse resentida porque un escualo con los instintos trastornados se esté cargando a los bañistas.

Ese tipo de personajes, esos políticos tan pasados de rosca, tan lejanos a la gente, a los que da igual ocho que ochenta y que siguen gestionando por encima del bien y del mal, y de cifras de muertos, que se cargaron a Pepito Grillo tras la primera llamada telefónica de un empresario, no ceden fácilmente el báculo, ni ante la verdad, y no os quepa ninguna duda de que, mientras puedan, mentirán y tirarán balones fuera, como el que huye con un maletín de pasta y señala al protagonista y grita: “¡Es un pecador, un adorador del diablo!”

 Como si no les fuera la vida en ello.

 Y el único consuelo que obtengo en este momento es saber que ahora sí, desalmados, ahora no os vais a librar por no meteros en el agua. Ahora también os va la vida en ello, a vosotros y a vuestros seres queridos. La pandemia es ciega, como la justicia, iguala todas las cosas y clases sociales porque, si no estuvierais en contacto con los currantes a los que exponéis a un tremendo peligro, nadie os pondría el café, el cruasán, el martini. Nadie os daría un masaje.

No lo habéis entendido, estúpidos. Este tiburón se mueve igual de bien por mar que por tierra y su hambre jamás se sacia.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN