Sindéresis

Gomorra

No somos moneda de cambio. No somos labriegos medievales ni tú, Teresa, una señora feudal. 

Publicado: 03/06/2019 ·
01:44
· Actualizado: 03/06/2019 · 01:45
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Estoy viendo una serie de mafiosos que se llama Gomorra. Como en todas las historias de mafiosos, en la buena tradición italiana, se nos establecen una serie de principios por los que se guían estas bandas de chantajeadores, asesinos y traidores que, en teoría, les marcan sus límites y guían sus actos. Y, como en todas las historias de mafiosos, nos dejan claro, a medida que se desarrolla la trama, que estos principios son meramente estéticos, pero, finalmente, están supeditados a lo que dicte el dinero.

 La justicia mafiosa caerá sobre ti por una ofensa a otro don, matar a una mujer, vender drogas a niños, solo en el caso de que el resto de mafiosos se lo puedan permitir. Si eres bueno para el negocio, habrá una reunión alterada donde los más viejos recordarán a los más jóvenes, al tipo indignado que pide venganza, que todo eso trata sobre el dinero, que ellos tuvieron que aguantar no sé qué ofensa en el pasado y que no se puede tocar a no sé quién por el momento, que ya le llegará su hora.

 A mí no me cuesta ningún trabajo adaptar estas tramas y estos planteamientos a la política actual con lo que se ha dado a llamar correlación de fuerzas. Si traicionas los códigos éticos, políticos y organizativos de tu propio partido, solo te pasará algo en caso de que los cálculos indiquen que el partido se puede permitir castigarte. Pero si has usado esas tácticas mafiosas con éxito durante el tiempo suficiente, las redes clientelares, las expulsiones discrecionales, la creación de estructuras paralelas, entonces en teoría, el partido saldrá perdiendo más si te toca que si mantiene sus negocios contigo.

No hace falta ser muy listo para entender que nuestro futuro será un erial de corrupción y desamparo si no cortamos de raíz esta lógica mafiosa, básicamente porque en este ambiente solo llegarán arriba las personas sin escrúpulos, las personas capaces de usar los aparatos del Estado en su propio beneficio, para tejer redes clientelares que, en teoría, los hagan intocables.

Nos están intentando inculcar contravalores. Nos están diciendo que, si quieres ahorcar a un sospechoso, te lleves a mil en vez de a cien a la puerta de la oficina del sheriff, porque si llevas mil, tienes razón, pero si llevas cien, no. Quieren fabricar una sociedad donde el principal activo político sea el poder y la ventaja. Esos no son los valores en los que me crie; son valores de la Edad Media, de cuando el derecho romano fue sepultado por siglos de arbitrio feudal y monárquico, una sociedad de mesas señoriales, no de tablas redondas.

Soy un iluso, pero esos no son mis principios. No creo en la correlación de fuerzas; creo en la separación de poderes. No creo en los principios de fuerza y oportunidad; creo que el único motivo de la existencia de estructuras superiores a una aldea, es precisamente la protección del débil frente al fuerte. Para otra cosa, no necesito al Estado y para otra cosa no necesito un partido político y unas reglas.

No podemos permitirnos un Podemos Andalucía que sea lo que cualquiera quiera que sea en el momento que le convenga políticamente. No somos moneda de cambio. No somos labriegos medievales ni tú, Teresa, una señora feudal. 

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