Sindéresis

Detrás de la verdad

La casa de un autor no es buen sitio para echar cosas en cara ni hablar de privilegios o cuentas pendientes.

Publicado: 26/11/2018 ·
00:49
· Actualizado: 26/11/2018 · 00:49
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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En la prodigiosa novela Los desposeídos, el protagonista es un científico llamado Shevek que vive en un mundo anarquista en el que la única ley es la censura social. Él está obsesionado con la publicación de su teoría física sobre el universo, pero recibe el rechazo social porque no parece tener utilidad práctica. Paralelamente, uno de sus amigos recibe un rechazo aún mayor sobre su obra de teatro satírica que casi nadie ha entendido y muchos ven perjudicial para el espíritu anarquista. Ante ese juicio y sentencia social que conduce a su amigo a la locura, Shevek se siente afortunado porque «Un científico puede afirmar que su obra no es él mismo, que es pura y simplemente la verdad impersonal. Un artista no puede esconderse detrás de la verdad. No puede esconderse en ninguna parte.»

Estoy completamente de acuerdo con esta estremecedora síntesis. Cualquiera que pase por tu vida y por tu obra puede pedirte explicaciones por cualquier personaje, por cualquier concepto, ofensa, estereotipo o arquetipo. Lo llevo a mi terreno, el de la literatura. Cualquiera puede señalarte una frase que le ofende sin necesidad de entender el contexto, la obra o al autor. A los científicos puede que los señalen y culpen cuando diagnostican un cáncer o insisten en que la homeopatía no cura, pero no necesitan explicar de modo personal lo que han descubierto o afirmado, no los define a ellos. Los artistas, al parecer, tienen que dar explicaciones personales de la intención de cada uno de sus personajes, del encaje de escenas que llaman la atención, tienen que intelectualizar cada aspecto de su obra, separarlo, justificarlo para su aprobación. Poca gente acepta que la obra sea una verdad por sí misma, a pesar de las leves consecuencias de no aceptarla, algo tan sencillo como no disfrutarla o no recomendarla. Poca gente entiende que la obra es una verdad que se explica a sí misma y piden explicaciones de esa verdad con respecto a sus propias vidas y sufrimientos. Pocas personas tienen el don de la empatía y la humildad de entender que no deben ser el centro de atención de la obra de nadie. Pocos poseen la capacidad de decepcionar que posee un autor y no conozco ningún autor que la pidiera ni que haya reconocido que aquello era parte del trato. Pocos oficios hay tan desagradecidos, con una hoja de reclamaciones tan letal y tan barata.

Pero pongamos como justo que se le pueda reclamar cada una de sus frases, personajes, situaciones, que podamos socializarlas y conferirles intenciones por las que podamos ofendernos, pongamos que tenemos el derecho de acusar a los autores de estar postulando e intentando influir en la realidad de modo consciente como un científico lo hace a través de sus postulados, sustentados con ciencia, no con corazón y tripas. Entonces, yo veo claras dos opciones: si el autor no dice la verdad, ¿por qué te ofendes? Y si dice la verdad, ¿por qué te ofendes? Llega un momento en que uno tiende a pensar que es el lector y no el autor el que quiere influir sobre la realidad a través de la obra de otros, aunque sea sobre su propia realidad, sobre su estado de ánimo, sobre sus esperanzas. Que ese lector quiere atribuir al arte el rango de herramienta para adquirir la fuerza moral que le permita que una cosa sea aprobada y otra no. Quiere verse representado, pero de un modo concreto; no le vale cualquier modo. Quiere que otros se vean representados, pero de un modo concreto; no le vale cualquier modo. De acuerdo, somos humanos y estamos todos en el mismo barco.

De acuerdo. Seamos empáticos. Todos. ¿Habéis entendido lo que estoy diciendo? Seamos empáticos todos. Si quieres señalar a un autor un aspecto de su obra que te ha molestado ten en cuenta algo que te vendría bien aplicar para la vida: ni estaba pensando en ti, ni tienes derechos sobre el autor, ni representas a nadie más que a ti mismo. Hola, perdón, por favor, gracias. La casa de un autor no es buen sitio para echar cosas en cara ni hablar de privilegios o cuentas pendientes. Esto se hace por amor al arte, porque no sale a cuenta. Y si el autor no se puede esconder detrás de la verdad, vamos, no te escondas tú detrás de la gente.

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