Sindéresis

Mascabrevas

Vestrynge dice que sí, que los jóvenes andaluces están peor formados porque las gambitas, el rebujito, la playita.

Publicado: 29/10/2018 ·
14:59
· Actualizado: 29/10/2018 · 14:59
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

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Vestrynge dice que sí, que los jóvenes andaluces están peor formados porque las gambitas, el rebujito, la playita. Cuando un clasista asoma la patita suceden estas cosas, que culpa al pobre de su pobreza y establece una distancia emocional para engañarse pensando que su destino es meritorio. Un tipo que ha dado clases en una universidad tiene un nivel de dominio de sociología que le podría corregir cualquier niño andaluz medianamente espabilado.

            Dice que es medio andaluz, como si eso significase algo. ¿Medio andaluz para qué, para sacarte el carné de decir pisha y shosho sin que nadie levante una ceja y se ría de tu falta de talento? Igual a Vestrynge lo que le falta es bajarse a Andalucía y madrugar, tirarse al fango a las cinco de la mañana para coger gusanas y no abrir la boca porque se te rompen los labios con el frío. Venir a Andalucía de vacaciones y pisar los lugares comunes es lo que tiene, que te encuentras gente relajada, socializando. Pero también hay gente en casas que son ataúdes, llorando por su desgracia, abriendo la ventana para tirarse. También de eso hay. No le queda un salto muy grande para decir que nos están invadiendo los africanos porque quieren eso de las gambitas y el rebujito y la playita. ¿Podemita? Todas las rémoras quieren ser tiburones.  

            Pero en ese escenario de turista, que no puede ser otro, de Vestrynge con su gorro de paja dando una vuelta por un paseo marítimo cualquiera, viendo gente charlando y bebiendo y riendo, me pregunto si se ha parado a preguntarles de dónde son. Porque muchos son como él, que vienen de fuera porque no se soportan en su propia tierra, porque no han conseguido hacerla habitable, porque la producción se lo come todo y no han dejado hueco para la vida que merezca la pena ser vivida, aunque cuentan con el consuelo de poder escapar al sur, repleto de parques naturales intocables y un pueblo que lleva miles de años acogiendo recién llegados a los que no culpan de sus desgracias.

            Tampoco da la impresión el señor Vestrynge de estar pensando en que ahí tiene que haber alguien que curre mínimo doce horas para poner la cervecita y las gambitas y el rebujito, y autónomos que pagan la misma cuota que en la capital pudiendo cobrar bastante menos por cada plato; que luego nos gusta decir que en el sur se come barato y bien. No sé si le alcanza para entender que hay alguien que se ha levantado también de madrugada para transportar los barriles de cerveza y cargarlos por esas calles peatonales que tanto nos gusta disfrutar a los del sur y a los de fuera. Porque en el sur se está muy tranquilo, se puede andar por la calle.

            Y también hay muchos jóvenes que están parados, sí, posiblemente que han terminado una carrera universitaria, grado o FP, o por qué no, que se echaron a trabajar en el ladrillo para fundar un hogar, porque las casas las tiene que construir alguien. Y el campo lo tiene que sembrar alguien. Y las gambas las tiene que mariscar o pescar alguien, Vestrynge. Seguramente en el sur tenemos unos mariscadores y albañiles con la media de estudios más alta del mundo, pero no es por nada, sino porque no se nos caen los anillos. Y si se encuentra a esos chavales parados con su rebujito y sus gambas (en verdad no, Vestrynge, no somos tan horteras. Las gambas nos las comemos en casa. Los jóvenes salen a la calle a otra cosa), será posiblemente porque sus padres les han puesto 10 euros en el bolsillo para que se ventilen un poco, para que no se amarguen, porque una casa y una profecía autocumplida pesan mucho. Y les han metido 10 euros en el bolsillo porque nuestros viejos tiran con todo, y muchos se jugaron la vida en las huelgas del metal, en las batallas de los Astilleros, y consiguieron unas pensiones más o menos decentes para ahora seguir siendo los que proveen a la familia.

            Pero no se confunda. Tenemos un gran sentido del humor, más que usted. Lo que pasa es que no somos bufones para que nos llame palurdos y nos tengamos que reír. No estamos aquí para descargo cómico de la gente del norte, aunque usted quisiera, mascabrevas.

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