Si les dicen el nombre de Fernando Morales a muchos prácticamente les resultará un gran desconocido, sobre todo dentro del mundo del Carnaval, pero cuando le hablan del Schuster la cosa cambia drásticamente. Alma máter de la última etapa de la chirigota de Juan Rivero, este isleño de pelo rubio largo tirando ya para canoso, acumula más de 30 años de Carnaval a sus espaldas y, sin duda, es una voz autorizada para analizar la situación de la fiestas, las agrupaciones locales, la gran Plaza del Carnaval...
La Plaza del Carnaval está bien, pero también echo de menos ese antiguo recorrido de ir a las peñas de La Isla”Colaborador habitual del programa Pito de Caña que presenta Javier Navarro en 7TV San Fernando, ha concedido una entrevista para San Fernando Información y ha hablado también de la agrupación con la que concurrirán al próximo concurso del Gran Teatro Falla de Cádiz, que lleva por nombre Los pi-horror y cuya autoría es de Servando Sabajanes.
Si le pregunto por el estado de salud por el que están atravesando las agrupaciones de San Fernando en los últimos años, ¿qué me contesta?
—Ya lo he repetido en más de una ocasión. Hay autores pero que no han llegado a pegar el salto. No quiero que los autores se lo tomen a mal, que se me malinterprete, pero la realidad es que desde Juan Rivero ninguno ha sido capaz de dar un palo en Cádiz. A nivel de integrantes de agrupaciones hay mucha gente buena de La Isla que sale en Cádiz, tanto de voces como de instrumentación. Sin embargo, salir aquí parece un poco más complicado, porque la gente no quiere ensayar cinco días a la semana para ir al Falla y prefiere hacerlo dos días y cantar en la calle. Yo recuerdo que cuando empecé e ibas a cualquier agrupación todo el mundo tenía toda la cuerda de instrumentos, y ahora te las ves y te las deseas para encontrarlos como nos ha pasado a nosotros este año con el tema del bombista. A ello hay que sumar que no es lo mismo estar en una agrupación que, haciendo un símil, juega en Primera División a hacerlo en una que lo hace en Primera RFEF. Si no es así, te cuesta trabajo encontrar a gente que quiera salir en Carnaval y no sé los motivos. Ha cambiado mucho con respecto a los primeros años en los que yo salía.
Y no son por, llamarlo de alguna manera, un poco masoquistas insistiendo con ir al Falla viendo los resultados. Se lo digo en referencia sobre todo a nivel de adultos, donde solo el coro mixto suele pasar el corte, pero el resto...
—Yo le voy a ser sincero y le voy a hablar de mi caso particular. Nuestra chirigota de este último año, Yo pa¡ un día no vengo, gustó y mucha gente de Cádiz con mucho nombre y apellido dentro del Carnaval nos decían que estábamos para dar otro pase. Lo palpabas en el ambiente allí en el teatro, luego cuando nos cambiamos en la Peña Fletilla..., pero se quedó en preliminares. Yo llevó saliendo 30 años, pero realmente al Falla tampoco he ido tanto lo que pasa es que estos últimos años estoy algo picado. En 1994 fue la primera vez que fui al Falla, luego en el 1996 y no regreso hasta el 2003 cuando entro con Juan Rivero. Hay un salto y no vuelvo al teatro hasta 2011, después en 2013 y ya no ha sido hasta 2019 cuando he vuelto a pisar sus tablas y hasta ahora. Me lo estoy tomando casi como un reto personal y ojalá dentro de poco vaya una agrupación formada íntegra por gente de San Fernando que cuando llegue al Falla diga la gente de Cádiz que aquí está La Isla otra vez. Y no hace falta que sea la mía, que ojalá, pero sea la que sea para mi sería una alegría muy grande.
El añorado autor Juan Rivero, ¿qué ha significado para usted en toda su trayectoria carnavalera?
—Yo la primera vez que fui a ensayar con él lo veía como a un Dios. Es más, cuando saca Las abejas de Ruinasa, que creo que fue en el año 1983, ensayaban en el colegio Servando Camúñez y yo jugaba en la Liga de fútbol sala allí con 17 años. Yo me tragaba los tres partidos que había desde las seis de la tarde hasta las nueve de la noche y, cuando terminaba, me metía en la cantina a verlo ensayar y Juan me dejaba estar allí. Me sé todavía el popurrit de las abejas. Fue al cabo de los años, hasta el 90, cuando entré con él y le dije que yo era ese niño que lo escuchaba ensayar siete años antes..., él para mi lo ha sido todo. Lo poco que yo sé de Carnaval se lo debo a él y la gente con la que estaba en aquella época como el Tomate o el Caramelo. Yo he heredado en el Carnaval lo que he vivido con Juan Rivero.
¿Cuántos kilómetros ha hecho con Juan Rivero y cuántas anécdotas?
—Ufff, muchas horas de autobús, de avión y también de coches particulares. En Madrid era un Dios, y dio hasta dos pregones en la zona, uno en Toledo y otro creo que en Fuenlabrada. Recuerdo que íbamos en el autobús y llegábamos tarde porque llovía a mares. Nos paró la Policía Local y al ver quienes éramos abrió incluso una avenida que era en dirección contraria para que pudiésemos llegar, como si fuéramos el Real Madrid.
Usted no tiene todavía el Pierrot de Oro del Carnaval, ¿le hace ilusión?
—Ni lo tengo, ni lo pretendo. Una vez hablando con un amigo mío ligado al Carnaval me dijo que lo merecía, que le diera el currículum para entregarlo, etc. Eso fue en el año 2018 cuando íbamos de Donald Trump y recuerdo que pasaron los días, me siguió insistiendo y al final se lo dí, pero me olvidé de todo aquello. Y al tiempo me llama uno, muy conocido también, y me dice Schuster enhorabuena que te has llevado el segundo, y yo le dije el segundo qué y me contestó el segundo en el Pierrot de Oro y le contesté que la enhorabuena era para el primero (risas). Y este año me han vuelto a insistir, pero es algo que no quiero. Yo lo poquito que tengo en el Carnaval me lo he ganado arriba de un escenario, que es lo que me gusta. Lo que sí tengo clara es una cosa y es que si yo me muero pronto, y se lo he dicho a mi mujer, no quiero nada. No lo necesito, de verdad, yo lo que me gusta es el disfrute de cantar en un escenario o a pie calle.
Se considera usted un personaje de La Isla, pero no en tono despectivo, sino una persona que dibuja sonrisas en la cara cuando se le ve venir o aparecer en cualquier sarao.
—Pues no lo sé, yo creo que no, también tengo mi genio. Pero sí que es verdad que yo recuerdo que cuando era chico y estaba en el colegio cuando en una clase éramos 40, yo por mi apellido Morales siempre me cogía por la mitad sentado. Era el más bajito, apenas se me veía, pero todos los maestros me tenían calado porque siempre estaba con las bromas. Ahora bien, le aseguro que soy muy tímido pero siempre la he echado fuera esa timidez al revés que todo el mundo, es decir, arrancándome a cantar cuando nadie lo espera. Personaje quizás no, pero está claro que donde llego se me escucha y más si me levanto simpático.
Por último, ¿qué opina de la Plaza del Carnaval que se ha inaugurado en esta última edición de las fiestas en la céntrica Plaza del Rey?
—Me gusta, pero creo que se ha perdido eso que había antes de ese recorrido que hacíamos todas las agrupaciones de cantar en las distintas peñas que hay repartidas por toda la ciudad. Yo incluso lo dije cuando estaba en la Mesa del Carnaval, me parecía que estaba muy bien, pero creo que no es bueno que todo está tan centralizado en la Plaza del Rey. Tienes un parque que está a 200 metros o La Alameda que está a 100 y es bueno creo para las agrupaciones que haya una especie de circuito que haga que se abra un poco más. Antes estaba la plazoleta de Las Vacas, pero allí nadie te escuchaba cantar.
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