El pasado fin de semana, mi amiga Antonia, de Elche, me decía que en las dinámicas que emplea en la inserción social de adolescentes, les enseña muchas veces una regla sencilla para orientar las decisiones en relación a los demás. Y es que siempre hay que considerar cuatro opciones, de las que sólo una es la correcta: yo gano-tú pierdes, indica que lo hago a costa tuya (opción negativa); yo pierdo-tú ganas, es el caso inverso, me someto a ti (opción negativa); yo pierdo-tú pierdes, posición enfrentada perjudicial para ambos (opción negativa); y finalmente, yo gano-tú ganas, en la que los dos salimos beneficiados (opción positiva).
Me parece encomiable enseñar a reflexionar de esta manera a los jóvenes, y creo que este criterio de elección debería repetirse hasta la saciedad en todos los foros. La búsqueda del bien común (Yo gano, Tu ganas) es en sí misma un valor moral, de los muchos cuya falta adolecemos en nuestra sociedad egoísta, donde todo se valora dependiendo del exclusivo interés particular.
En una reciente actividad de sensibilización ambiental del grupo GEA, ante la pregunta estupefacta ¿por qué las personas que van al campo a disfrutar de él, lo dejan sucio cuando se van?, no me quedaba más remedio que responder, falta de sentido de la responsabilidad, otro valor moral. Y así podríamos poner infinidad de ejemplos.
Los valores morales conforman las acciones en la vida cotidiana en base a principios éticos. Un valor moral orienta una decisión de manera inequívoca, sin ambigüedades; no se es pacífico los lunes, miércoles y viernes y violento el resto de la semana. Sin embargo, se ha ido derivando a una relativización de los valores morales, que se adaptan a conveniencia en cada momento, para acabar ignorándolos completamente.
Los valores morales deben ser universales, válidos y adecuados para todo el mundo. No son patrimonio, ni exclusivos de ninguna ideología o credo. Hablar de valores morales no tiene por qué vincularse a una creencia determinada, sino que es del interés de cualquier persona que quiera tomar las decisiones más adecuadas al nivel individual y colectivo en cada momento. De alguna manera, son la aplicación, los usos y costumbres, derivados de activar lo mejor de cada uno, una excelente muestra de dignidad hacia nosotros mismos. No hay posibilidad de una educación ciudadana o de una sensibilización ambiental efectiva sin desarrollar los valores morales. Tú ganas, yo gano.
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