En el Golfo de Cádiz se han detectado hasta 80 volcanes desde los años noventa, cuando comenzaron a investigarse, pero estos no expulsan lava ni constituyen ningún riesgo para la Bahía de Cádiz porque son de fango. “Presentan una forma cónica similar a un volcán”, explica la profesora de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cádiz (UCA) María del Carmen Fernández Puga, pero se forman por la expulsión de fluidos cargados de metano procedentes del fondo marino a una muy baja temperatura a causa de las altas presiones por la fricción con el fondo marino de la masa de agua mediterránea de salida al Atlántico.
Localizados a partir de una profundidad de 300 metros y hasta los 1.200, no todos están activos, según Fernández Puga. “Los que sí lo están no son explosivos”, sino que liberan gran cantidad de sedimentos de manera más o menos constante, “generando nuevas estructuras de naturaleza carbonatada”. Algunos de ellos pueden medir hasta 150 metros de altura y presentan, en algunos casos hasta tres kilómetros de diámetro.
La investigación 'Volcanes de Fango del Golfo de Cádiz' del Área de Estudio del proyecto LIFE+ Indemares remarca “la singularidad natural y ambiental de la zona de expulsión de fluidos saturados en gas metano, que se caracteriza por la abundante presencia de volcanes de fango” que cuentan “con la presencia de especies raras (como los moluscos y poliquetos ligados a las emisiones de fluidos), así como el hecho muy destacable de disponer de hábitats constituidos por corales de aguas frías, de gran importancia ecológica”.
Concretamente, la fauna vinculada incluye una veintena de especies que aparecen en listados de conservación nacional e internacional, así como en el Catálogo Español de Especies Amenazadas o en el Convenio para la Protección del Medio Ambiente Marino del Atlántico del Nordeste (Ospar). Por estas razones, la Unión Europea declaró a los volcanes de fuego localizados en el Golfo de Cádiz Lugares de Importancia Comunitaria de la Red Natura 2000, a principios del año 2016.
“La principal amenaza es la pesca de arrastre”, apunta la experta de la UCA. El documento del proyecto LIFE+ Indemares detalla que “las consecuencias físicas del arrastre de fondo son la alteración y/o destrucción directa del hábitat y la resuspensión del sedimento, aumentando la turbidez y produciéndose cambios en la composición geoquímica del depósito”. Salvaguardar los volcanes de fango y su entorno contribuye, además, a paliar las consecuencias del cambio climático porque “los tapetes bacterianos actúan como último biofiltro natural del sustrato marino, impidiendo que el gas metano alcance la atmósfera”. Pero también tiene un impacto económico porque los cambios que provoca en en la composición de los ecosistemas este tipo de pesca no selectiva, afecta a la productividad pesquera a largo plazo.
Toda la información acerca de los volcanes de fango se puede leer en un panel informativo, recientemente renovado, en el paseo marítimo de Cádiz, a la altura de la playa de Santa María.
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