Pienso, luego estorbo

Libertad de expresión

A raíz de dos hechos recientes: la retirada de unas fotos en la Feria de Arte Contemporáneo ARCO, en las que se definían a los líderes del golpe de estado...

Publicidad Ai Publicidad Ai Publicidad Ai

A raíz de dos hechos recientes: la retirada de unas fotos en la Feria de Arte Contemporáneo ARCO, en las que se definían a los líderes del golpe de estado en Cataluña como “presos políticos” y, la condena a un rapero porque en su canción citaba al Rey a la plaza del pueblo para ponerle una soga al cuello, nos estamos sumiendo en un debate de tinte más político que jurídico en torno a la libertad de expresión. Esta Libertad de expresión también ha sido argumentada hace unos días en el Colegio de Abogados de Barcelona por Roger Torrent. Pero hablar de presos políticos y de exiliados en España es una descalificación que atenta de forma tan grave al sistema judicial y a la convivencia pacífica que debería tener consecuencias jurídicas. En España falta respeto y sobran mamarrachos amparados en la libertad de expresión. De forma habitual vemos como el insulto, la mofa y humillación de la fe de los creyentes católicos sale totalmente gratis total en los carnavales de Tenerife. ¿Acaso el desprecio y la mofa a los sentimientos religiosos forma parte del contenido de este derecho a la libertad de expresión? ¿Acaso este derecho fundamental está por encima de la libertad religiosa, también fundamental? En España hay libertad absoluta para mostrarse irrespetuoso, insultante e injurioso contra la fe de los creyentes cristianos, con los demás ni se les ocurre reírse. ¿Qué ocurriría si una panda de descerebrados se mofara, ultrajara y despreciara la condición sexual de un hombre gay? ¿Pueden imaginarse hasta dónde llegarían los gritos para condenar tan condenable ejercicio de impudicia? Hace unos años, otro rapero fue condenado por humillar y vejar a los rumanos con expresiones tales como “…cuando os miro quiero vomitar y arrancaros la cabeza…”. Todo el mundo puso el grito en el cielo. Pero es curioso que, en este país, todavía llamado España, la gravedad y la repercusión mediática de las ofensas, risas, de la defensa por la libertad del preso o su condena a la cárcel, dependa tanto de quién pronuncia el exabrupto o del partido político o la ONG a la que pertenece. En España se respeta muy poco y, normal y desgraciadamente, en una sola dirección. Una defensa de la libertad de expresión  sin ningún tipo de límites y sin su ponderación con el resto de derechos fundamentales no solo es una conducta antijurídica, sino moralmente reprochable. Yo creo que una libertad individual no puede consagrarse pisoteando otra. La mediocridad crece sin control alguno y el déficit intelectual se está apoderando de gran parte de la sociedad, ganando la batalla.   

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN