Patio de monipodio

Género gramatical

El feminismo oficialista galopante nos está llevando a situaciones dignas de Marx (de Groucho, que aquí hay mucho “groucho-marxista): Ahora se pretende paridad en el ejército...

El feminismo oficialista galopante nos está llevando a situaciones dignas de Marx (de Groucho, que aquí hay mucho “groucho-marxista): Ahora se pretende paridad en el ejército. Paridad, no de presencia, sino de oficialidad, para que pueda existir una discriminatoria desproporción. Plantean exigir que se equiparen los sexos sin ruborizarse. ¡Son únicos! Todavía, si se hubiera pedido proporcionalidad, podría hablarse de forzado ridículo igualitario. Las tres palabras con el mínimo imprescindible para definir eso: el ridículo de igualar, por ley, no por capacidad.

Pero la cosa es aún más grave: la desproporción de esta propuesta, llevaría al absurdo de que todas las mujeres militares (¿o militaras?) tuvieran que ser, como mínimo, capitanes (¿o capitanas?). Pues hay muchas menos mujeres soldados que hombres. Tantas menos, que, para cumplir la ley, habría que llevar más mujeres al ejército.

Veamos: harían necesario imponer el reclutamiento forzoso femenino. Esto es, solventar una desigualdad natural con otra dictatorial. ¿No son encantadoras? O sea, que cumplirla puede suponer una flagrante ilegalidad, porque exigiría forzar el ingreso de féminas militares. ¿O hay que decir “soldadas”? Pues ya empezamos. También pretenden aplicar la igualdad en el género gramatical. Y, no contentos, la directora general de la Mujer, fuerza una nueva vuelta de tuerca: ya no basta con la igualdad; quiere que se cambie el masculino por el femenino. Así que, a partir de ahora, si la lengua la hacen los políticos, en vez del pueblo llano recogida por los lingüistas, vamos a tener más de un problema de comunicación. Porque el/la general, es un alto cargo militar. La generala es un toque. Y, puestos a tocar ¿habrá que tocar la generala o a la generala? La mujer se podría enfadar. Y con razón.

El/la soldado es un oficio. La soldada es un sueldo. ¿Nos darán de paga una “militara” a partir de ahora? Y ¿qué hacemos con el recluta? Habrá que llamarlo “recluto”. Que esa es otra. Si se iguala en una dirección, también habrá que igualar en la otra. O en el otro. ¿Y por qué sólo en una dirección? ¿No puede ser en un dirección y una direcciona? No, si nos haremos un lío.

Con todo, hay expresiones más graves: el cabo es el cargo más bajo en la escala. La “caba” es una mujer que lleva una vida “demasiado alegre”. A lo mejor, en vez de orgullosas se sienten ofendidas. Con razón, también. Y hay más: un/una soldado raso, es un soldado. Una soldada rasa viene a ser la monnalisa. Pues no les va a gustar ni a quienes luzcan hermosas delanteras, ni a quienes se sientan señaladas por su falta.

Esto es lo que pasa cuando se legisla para ganarse a un colectivo, en vez de para mejorar la vida del ciudadano. Se empieza discriminando al hombre, con el imposible añadido de “positiva” y se termina apartándolo para hacer necesarias las asociaciones de defensa del varón y para ridiculizar a quien, en teoría y sólo en teoría, se pretende llevar a la igualdad. Mejor sería que los legisladores afinen y dejen el idioma a quienes saben. Que se dejen aconsejar por profesionales, que para eso están.

Ya, ya, inocente que es uno.

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