Somos la generación frustrada. La generación de las crisis. La generación exigida. Si nos remontamos unos años atrás, probablemente tus padres y tus abuelos comenzaran a trabajar sin necesitar apenas formación. Con 15, 16 años, si la familia lo necesitaba, salían a buscar empleo. Actualmente y con todos los requisitos que piden, probablemente no trabajes hasta los 30. Que si tu título de graduado, tu máster, tus tres años de experiencia y tu especialización... a estas alturas no llegamos a dedicarnos a lo que hemos estudiado. Eso si encuentras trabajo de lo tuyo, claro. Y ya no hablamos del precio de independizarse. Del precio de las viviendas. De los alquileres. De los requisitos necesarios para poder comprarla. De aquí a los 50, quizás podamos comprárnosla. Somos la generación que nadie quiere ser, pero bueno, así nos ha tocado vivir. Por eso cada vez más millennials se echan a perder. Porque hacerse un hueco en este mundo es muy complicado y ahora, aún más. Quizás tengamos que salir de nuestro país para buscarnos la vida, quién sabe. Lo que sí que tengo claro es que nos debemos aferrar al día a día con uñas y dientes, luchar por nuestros derechos y por lo que queramos ser. Porque nadie nos regaló nada, ni un mísero céntimo.
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