Desde aquel lírico bautismo, son más de una veintena los poemarios publicados por Mena Cantero, avalados casi todos ellos por prestigiosos galardones -“Ricardo Molina”, “Francisco de Quevedo”, “José Antonio Ochaíta”, “Jorge Manrique”, “Zenobia”, “Ciudad de Alcalá de Henares”, “Fernando Rielo”, “Paul Beckett”,…-, que han corroborado el emocionante quehacer de un autor que ha combinado a lo largo de su vida la devoción por la letras con su tarea docente.
Quién mejor, entonces, que un profesor y poeta como el sevillano Enrique Barrero Rodríguez (1969), para poner su sabiduría y su meritorio esfuerzo al servicio del excelente ensayo que, bajo el título de “Un silencioso laboreo: Visión poética de Francisco Mena Cantero” (Betania. Madrid, 2009), ha dedicado a la figura y a la trayectoria de este escritor manchego-andaluz.
Quien esto escribe -también curtido en muy distintas batallas profesorales y literarias- reconoce haber aprendido, y mucho, del magisterio humano y lírico del amigo Paco Mena. Persona sensible y generosa, de cálido corazón, ha sabido construir un universo lleno de variados registros, exacto en su pulsión formal y regenerador en su profundo caudal objetivizador. Convencido de que su alma y su esencia creadora pueden encontrar a Dios en las cosas -y en los versos-, no ha perdido nunca la oportunidad de hacer protagonista a su espíritu cristiano para hallar en su decir la “eternidad” en el tiempo, lo infinito en lo finito, la vida en la muerte, la luz sanadora en las desoladas tinieblas. Además de haber creído siempre en el poder de la palabra, que es necesario pronunciar “para sentirnos vivos/ y capaces de tanta creación”.
En su prefacio, Miguel Cruz Giráldez afirma que “cuando un autor alcanza esta plena madurez, es necesario detenernos a observar, a estudiar el conjunto de su producción poética y las calves fundamentales que explican su obra. Y eso es lo que hace Enrique Barrero en su monografía”. Y a fe que lo lleva cabo con una delicadeza, una autenticidad y una disciplina que lo adentran en el cántico menacaentariano hasta sus límites más extremos.
Dividido en dos grandes apartados, el primero, un detallado esbozo bio-bibliográfico, y el segundo, un pormenorizado estudio de las claves de su lenguaje poético, el profesor Barrero sabe articular con pulcra dicción, un discurso que en ningún caso agote la complicidad lectora ni se salga de los necesarios y precisos ejemplos que conlleva todo ensayo de esta índole.
Como muy bien apunta el propio ensayista en su introducción, en el conjunto lírico de Francisco Mena destaca de manera muy particular “una visión inquietante y en cierta manera agónica del tiempo y de la existencia, no cerrada jamás a la esperanza, ni a la constatación de la dimensión espiritual y trascendente del acontecer humano”. Y de todo ello, podrán beber y disfrutar todos aquellos que se acerquen al vívido torrente que derraman sus poemas.
En suma, un ensayo sugeridor y penetrante, de obligada referencia presente y futura.
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