Notas de un lector

Sembrando el sol

“La luz que se demora” (Colección Beatrice, 2020), es el poemario con el que Sara Carmona Lladó obtuvo el premio “Paul Beckett” en su vigésimo primera edición.

Publicado: 14/09/2020 ·
12:02
· Actualizado: 14/09/2020 · 12:02
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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    Que la poesía es bálsamo, certidumbre en su aliento y alivio en su palabra, es algo que corrobora con creces “La luz que se demora” (Colección Beatrice, 2020), poemario con el que Sara Carmona Lladó obtuvo el premio “Paul Beckett” en su vigésimo primera edición.

Licenciada en Humanidades, la autora madrileña ejerce la docencia en Brasil, donde reside actualmente. Es este su primer libro y desde su inicio sorprende la consistencia de su verso, la firmeza de un discurso donde se aúnan dichas y tristuras, resplandores y eclipses. Todo ello, dicho con un sabio ritmo versal que convierte la lectura en gratísima melodía.

     Por entre estas páginas hay un íntimo desahogo, una experiencia propia convertida en una poesía de contenida emoción. Porque su decir no se acoge a un sentimentalismo directo, a una simpe exaltación de los instantes vividos, sino que se sumerge en una atmósfera de hondo lirismo donde el verbo se torna trascendencia: “Y así es como amaneces/ tras el presentimiento de la aurora/ acaparando el sol y las mañanas como un acto de fe o un firmamento/ de donde no saldremos porque amar/ es el fin de la historia/ y su principio”.

Poco después de la concesión del premio, Sara Carmona Lladó confesaba en una entrevista que el nacimiento de su hijo le había hecho regresar a España y emprender una nueva vida en tierras gallegas. Al cabo, el retorno fue menos feliz de lo esperado y los poemas empezaron a surgir como catarsis: “Me encerraba en un cuarto y escribía. Me metía en la bañera y escribía. Paseaba por la playa con un cuaderno y escribía. De repente, me di cuenta de que tenía un libro”. Y, en efecto, ese fue el resultado de este volumen que piensa y late y se estructura en cinco apartados: “Lumbre”, “Fuego”, “Candela”, “Ascuas” y “Sol”.

Al hilo de todos ellos pervive un nexo común desde donde la poeta reescribe hallazgos y perdidas, y donde su corazón se reencuentra con todo aquello que brota desde el germen de la realidad. Porque sabedora de que el destino tiene un nombre aún por proclamar, apuntala en su vívida conciencia el fulgor de lo tangible: “Como una partitura o como un bulbo/ sobre un clamor total/ el corazón lejano posiblemente bueno/ descubre la belleza/ del azar de estar vivo./ Todo es espacio y aire/ todo es de aire, soy/ un ser desmesurado ante la duda/ con palomas ausentes en los brazos./ Todo es de aire, y soy/ un ser desmesurado que se ubica/ donde la libertad tiene sentido/ en un lugar del pecho a mano izquierda”.

     Una serenidad contemplativa ilumina también este conjunto en el cualse adivina un aroma de inextinguible liberación, de firme compromiso con lo terrenal. Y en el que cabe, a su vez, un amor pleno, renovador, capaz de tamizar el frío de otras estaciones, de deshacer la ausencia y el insomnio de otras deshoras de pesadumbre. Porque, al cabo, dar vida es el mejor nacimiento creativo posible: “Con tres años de vida/ y diez dientes de leche de mi pecho/ vienes sembrando el sol. /La palabra en tu boca contiene más verdad /que un campo de romero en primavera. / Los árboles, dijiste, sí que saben volar/porque llevan los pájaros encima”.

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