Tengo en las manos un libro de Macmillan Infantil y Juvenil, editado por Mcmillan Iberia, con sede en Madrid; se trata de la división Macmillan Children´s Book, de Macmillan Publishers United, todo ello integrado en el Grupo Macmillan. Para redondear detalles, añadiría que el libro en cuestión ha sido impreso en China. Se trata de “Mi abuelo”, escrito e ilustrado por Marta Altés, diseñadora gráfica barcelonesa, que ha perfeccionado en Inglaterra sus dotes de ilustradora infantil, lo que, en el fondo, supone su verdadera vocación.
Si hay algo que caracteriza a este libro, como otros de Macmillan de los que hablaré luego, es la cuidada y pulcra presentación, la preponderancia del dibujo sobre el texto y, en suma, la calidad de cada una de sus ediciones. Altés dedica este volumen a “todos los abuelos y las abuelas”, y los cifra en un tierno personaje, un oso con un bastón, cuyo nieto dice de sus cosas y de él, de sus paseos y su ratos juntos. “Mi abuelo se está haciendo mayor”, reconoce el pequeño, en tanto los dos se funden en un abrazo. Es la ternura lo que Altés ha tratado de sacar a flote en sus trazos y en sus pocas palabras, consiguiéndolo, sin duda, lo que supone su logro mejor. “Pero él es así y por eso lo quiero”. ¿Así? Bueno, despistadillo, algo torpe -“a veces se pierde“-, pero firme en sus sentimientos, “Juntos hemos dado la vuelta al mundo”, confiesa el osito. Al mundo de la fidelida y el cariño, concluiríamos.
Los otros libros del mismo sello, a los que más arriba aludo, son “Perros” y “Un huevo con sorpresa”. Emily Gravett es la autora de ambos textos y las ilustraciones, y las versiones al castellano las firma Paz Barroso. Gravett es una reconocida autora inglesa en el ámbito de la literatura infantil y juvenil, con numerosos premios y nominaciones otorgados en los últimos ocho años.
“Perros” es un despliegue de razas y colores, que viene a demostrar el absoluto dominio que de la ilustración tiene su autora. Confiesa que le gustan los canes de todo tipo, grandes, pequeños, malhumorados, mimosos, juguetones, tranquilos, elegantes o callejeros, en tanto su pincel los retrata -dicho queda- con pericia admirable.
La sorpresa que anuncia el otro título, es en verdad asustante. Gravett cuenta que todos los pájaros habían puesto un huevo, menos Pato, que, sin embargo, encontró uno -“el más bonito del mundo”-, según él. Y tras una larga espera, se abrió con gran ruido, y de su encierro salió un enorme y amenazador cocodrilo.
Pienso que, en principio, los pequeños lectores de este trío, se habrán quedado más tranquilos con el osito afectuoso y la colección perruna que con la súbita aparición de este saurio, de enorme boca y afilados dientes. Pero sólo en principio: porque cuando se pasa la penúltima página, en la que Gravett hace eclosionar el huevo moteado, y su habitante chasquea sus fauces, hallamos una última, con el final del cuento, en la que el cocodrilo sigue sumiso a un orgulloso pato -¿“Doña Pata”?-, llamándole “¡Mamá!”.
Otra vez la ternura.
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