Desde que en 1937, Walt Disney llevara al cine la primera versión de “Blancanieves y los siete enanitos” hasta la más reciente -en la que Julia Roberts ejerce como malévola madrastra-, han sido muchas y muy variadas las diferentes maneras en las que la bella y bondadosa jovencita ha seguido acercándose a los hogares de grandes y pequeños.
Ahora, y con su habitual esmero, Edelvives da a la luz “Blancanieves”, en adaptación de Suzanne Kaboc y traducción de Elena Gallo Krahe. Pero en verdad, lo más atractivo de esta novedosa edición, son las espléndidas ilustraciones de Benjamín Lacombe -que ya ha dado muestras al público español de su personalísimo trabajo en volúmenes como “Cuentos silenciosos”, “Los amantes mariposa” o “Genealogía de una bruja”, editados también por el citado sello.
Este parisino nacido en 1982, ha ido agrandando su ámbito pictórico con escenas llenas de sobriedad, melancolía y frágil ternura. Con diecinueve años, Lacombe realizó su primera serie de cómics y tras su paso por la presitigiosa École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs de París, comenzó a colaborar en distintos álbumes de literatura infantil y juvenil, además de sus sugerentes incursiones en el mundo de la publicidad y la animación.
El propio Lacombe, confesaba en una entrevista: “En mi versión de `Blancanieves´, he procurado volver a la verdad del cuento. Junto con imágenes más narrativas, he insertado también imágenes no narrativas, pinturas que reflejan el aspecto simbólico, lo que subyace en la historia y no tanto lo que todos conocemos. Precisamente porque todo el mundo lo conoce, he trabajado sobre todo el aspecto simbólico. He usado dos técnicas: el guache con óleo para el color y dibujar las imágenes más simbólicas, y el lápiz y el blanco y negro para las imágenes más explícitas y narrativas. He disfrutado mucho dibujando a la reina malvada de Blancanieves, pues he procurado hacer algo diferente de ese personaje: se transforma en cuervo, es rubia, muy nórdica (…) es totalmente opuesta a Blancanieves, que es una niña cándida y morena”.
Ese binomio cromático y esa dicotomía de bondad y maldad, son el exacto contrapunto que ayuda a convertir este renovado cuento en un ejemplo de bellísima literatura.
No cabe duda de que los Hermanos Grimm estarían orgullosos de saberse tan bien ilustrados y se sentirían dichosos por haber hallado a un dibujante que ha moldeado con tanta autenticidad plástica a sus ya famosísimos protagonistas.
Y cualquier lector, seguirá gozando, a buen seguro, con las respuestas que continuan brotando desde el espejo mágico desde hace ya muchos, muchos años: “¿Quién de este reino es la más bella? –“¡Oh, reina! Eres muy bella, ¡pero Blancanieves supera mil veces tu hermosura¡”.
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