Lo que queda del día

“Hasta los cojones”, dice.

No hacía falta que su partido hubiese provocado una moción de censura contra el Gobierno murciano para tal arranque de honestidad brutal: ¿será por ocasiones?

Publicado: 13/03/2021 ·
11:10
· Actualizado: 13/03/2021 · 17:04
  • El portavoz adjunto de Ciudadanos (Cs) en el Parlamento andaluz, Fran Carrillo, en una foto de archivo. -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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El diputado andaluz por Ciudadanos, Fran Carrillo, ha sido noticia esta semana a nivel nacional por unas declaraciones realizadas durante su intervención del jueves en el parlamento. Carrillo dijo lo siguiente: “Señores, voy a serles sincero, estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Fin de la cita. O no. En realidad no, pero ya sabemos que vivimos en unos tiempos en los que nos hemos hecho adictos al titular grueso y aceptamos como explicación lo que quepa en los caracteres de un tuit.

Casi nadie prestó atención a lo que dijo a continuación: “Esta frase no me pertenece a mí, pertenece al primer presidente de la I República, Estanislao Figueras, y está en el diario de sesiones del Congreso de los Diputados. La pronunció cuando en una situación similar estableció su hartazgo ante todas sus señorías. La digo porque hoy siento vergüenza de pertenecer a la clase política. Siento vergüenza de todos nosotros. Hoy han muerto 10 personas en Córdoba, decenas en Andalucía y España, estamos en casi 100.000 muertos y estamos hablando de mociones de censura, de convocatoria de elecciones, de conchaveos, de votos.... Damos vergüenza”. ¿Aplausos? Al final la sensación era más parecida a la del que ha consumido el comodín del público en un concurso; ni siquiera le valió para los 15 minutos de gloria. No le hizo más humano, más nuestro, más de la calle, porque esa expresión y su fundamento, “hasta los cojones”, sin Estanislao Figueras en el horizonte o la memoria, está presente entre la gente de a pie desde hace demasiado tiempo como para que ahora provoque por su parte sentimiento de grupo. “Hasta los cojones”, dice.

No hacía falta que su partido hubiese provocado una moción de censura contra el Gobierno murciano y desencadenado el anticipo de elecciones en la comunidad de Madrid para tal arranque de honestidad brutal: ¿será por ocasiones?, salvo por la novedad de que quien se expresaba así forma parte del partido en la picota. La misma o mayor vergüenza han provocado con antelación los ERE, la Gürtel, Filesa o la Malaya sin que nadie admitiera públicamente su bochorno hasta ese extremo. Pese a todo, llega tarde, de ahí que sus palabras hayan terminado por diluirse tras el efecto momentáneo y limitarse a ser transcritas en el diario de sesiones para que, quién sabe, alguien vuelva a tirar de ellas como coartada en el futuro.

En el fondo, cuando Carrillo habla de “vergüenza” -y habló en plural: sentía vergüenza “de todos nosotros”; los incluía a todos, no solo a los suyos- lo que denota es la preocupación por una deriva que retratan un par de constantes, la de la mediocridad sobresaliente entre la clase política y la de la eterna inclinación a anteponer los intereses de unas siglas al interés general, sinónimo de la aspiración al poder por el poder. Si hasta Inés Arrimadas -era lo que nos faltaba- ha incurrido en la palinodia. Será de tanto acercamiento a Pedro Sánchez, experto en la materia -el hombre que no podría dormir tranquilo si Pablo Iglesias formara parte de su gobierno, entre otras frases ilustres impresas en la maldita hemeroteca-.

Al partido naranja le valió en su momento echar la culpa del desastre a Mariano Rajoy, al que le bastaba con dimitir para “salvar al país”, pero una vez consumada su fallida estrategia fue Albert Rivera el que tuvo en su mano poner fin al desconcierto y decidió apostar al doble o nada, como si llevara puesto el esmoquin de James Bond, cuando la partida se jugaba rodeado de tahúres. De acuerdo, eso forma ya parte del pasado, es inevitable, pero tampoco exculpa a un partido a la deriva, desmoronado y desenamorado, como en una canción de Jorge Drexler: “Ya no más de tu vaivén. No ves que ya está, no tiene revés. Ya no puedo recobrar aquella emoción. Se desdibujó”.

Esta semana, incluso, ha perdido su valor una frase latente que tal vez alguien olvidó recordar, y hasta susurrar en más de una ocasión al oído de Inés Arrimadas: “No digas que fue un sueño”. Y los sueños se construyen abanderando una esperanza, como ella hizo en Cataluña, no con conspiraciones que ponen en peligro la estabilidad forjada en otros territorios.

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