Creo sinceramente, sin temor a ser calificado de exagerado por ello, que así se debe considerar el acuerdo alcanzado entre la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y la asociación defensora del patrimonio ADEPA sobre la intervención a realizar en las Reales Atarazanas de Sevilla. Pero no solo como histórico, también hay que calificarlo de difícil por lo alejadas que, inicialmente, se encontraban las posturas respectivas. No obstante coincidíamos en el aspecto fundamental: la común voluntad de llegar a un acuerdo que evitase la prolongación del actual estado de abandono y desconocimiento ciudadano de tan importante patrimonio histórico y arquitectónico de nuestra ciudad.
A este respecto hay que recordar que las conocidas como Atarazanas albergan en su interior un conjunto de edificaciones monumentales de gran complejidad y antigüedad. Lo que hoy contemplamos corresponde solamente a dos de sus transformaciones en época moderna: la de la segunda mitad del siglo XVI en el que, para su uso como Apostadero de la Carrera de Indias, se rellenaron las naves del astillero alfonsí con hasta 5 metros de cascotes y escombros.
También se cubrieron con las bóvedas de arista que hoy vemos, bajo la techumbre a dos aguas primitivas, con lo que los casi 14 metros de altura interior del astillero quedaron reducidos a apenas 8 metros de los nuevos almacenes. La otra transformación fue en el último tercio del XVIII para la instalación de la Maestranza de Artillería que consistió, fundamentalmente en añadir el edificio de cabecera a calle Temprado y en la conversión de parte de la primera nave, junto a calle Dos de Mayo, en la gran Sala de Fundición, hoy acondicionada como salón de actos.
Tras estas transformaciones quedaron sepultados y ocultos los, tal vez, dos edificios más monumentales y antiguos de la Sevilla Medieval: un importante fragmento del recinto amurallado islámico, compuesto por 76 metros de muralla almorávide, otros tantos de barbacana, una torre y una puerta acodada almohade, así como buena parte de los astilleros levantados por Alfonso X en 1252.
Por todo esto, y una vez descartados, tras la resolución judicial, los inadecuados refuerzos estructurales de encepados y micropilotes de hormigón armado, el esfuerzo negociador de ADEPA se centró desde el primer momento en conseguir la retirada de parte de los rellenos citados a fin de garantizar la adecuada recuperación, restauración y puesta en valor de estos dos monumentos claves de nuestra historia (muralla y astillero), que ahora podrán apreciarse, desde su nivel de suelo original, en toda su importancia, escala y dimensiones.
Hay que reconocer y valorar aquí el esfuerzo y dedicación del secretario general de Cultura, Eduardo Tamarit, quien en todo momento ha sabido atender, transmitir y argumentar positivamente las demandas provenientes de los distintos agentes concernidos en esta negociación. Gracias por todo ello.
Por último, solo me queda desear que, como ya se ha apuntado por alguna instancia responsable de su gestión, el edificio se abra inmediatamente a las visitas y el conocimiento ciudadano, incluso durante el transcurso de las obras como ya se llevó a cabo con gran éxito durante las obras de rehabilitación de otros importantes monumentos sevillanos.
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