La tribuna de Viva Sevilla

Triunfalismos matizables

En cuanto al cine andaluz se refiere, éste sufre una edición más la incomprensible marginación de ser proyectado en el Teatro Alameda

Pasados ya unos días de la última edición del Festival de cine europeo de Sevilla es tiempo de hacer balance y matizar los triunfalismos con los que siempre han concluido estas citas, tanto en ésta como en anteriores etapas.

Mucho se ha publicitado la buena noticia de la elección de Sevilla como sede de los premios del cine europeo, que no saldrá precisamente gratis. Se ha aplaudido la buena gestión, pero se ha olvidado que tras varios años de insistencia era algo que tarde o temprano sucedería.


Al igual que en ediciones pasadas, las cifras dirán que hay un respaldo masivo del público y que, año tras año, hay más espectadores, pero hay que tener en cuenta un factor muy importante: el precio de las entradas. Comprobado queda que la fiesta del cine es siempre un éxito porque la gente está ávida de ver películas en pantalla grande. Y si con entradas a 2’90 euros, precio de esta promoción, las salas se llenan, ¿cómo no va a ocurrir si las entradas de los abonos para menos de 26 años salen a 1’5 euros, es decir, casi la mitad? Los grandes festivales de cine de España, San Sebastián, la Seminci de Valladolid y Sitges tienen llenos con un precio de entrada igual o superior al de una sesión normal. Habría que ver cuántos espectadores tendría el festival de tener un precio no “subvencionado”.


En cuanto a las películas de la sección oficial a concurso, afortunadamente el nivel ha subido y salvo “Malgré la nuit”, que provocó abundantes deserciones del patio de butacas, no se repitió lo del año pasado con varias películas que tuvieron similar efecto. La designación de “Ma loute” como la gran ganadora fue algo discutida porque la película, de muy larga duración, no convenció del todo. Sí concitó más aplausos la elección de “Le fils de Joseph” como muy digna merecedora del premio al mejor guión.


Este año se ha incidido mucho en que el certamen está orientado al cine europeo independiente, pero este dato no casa mucho con su presupuesto. Evidentemente, no se manejan las cifras de los grandes festivales de cine, pero el Ayuntamiento de Sevilla hace un notable esfuerzo económico, que pagan sus ciudadanos, para que luego vengan a la ciudad, en la inmensa mayoría de los casos, sólo cineastas conocidos entre los suscriptores y lectores habituales de revistas de cine minoritarias.


Finalmente, en cuanto al cine andaluz se refiere, éste sufre una edición más la incomprensible marginación de ser proyectado en el Teatro Alameda, alejado por completo de la sede habitual del festival, lo que dificulta que las películas andaluzas sean vistas en igualdad de condiciones. No hay que olvidar que José Luis Cienfuegos fue el primero en reivindicar la presencia del cine asturiano durante su etapa como director del Festival de cine de Gijón y que es el mejor embajador de esta pequeña cinematografía en Sevilla, donde no faltan las películas en bable o rodadas en su tierra.
Precisamente por todo ello, no debería constreñir la presencia del cine andaluz.

En años anteriores ha habido retrospectivas dedicadas a cineastas andaluces, como Gonzalo García Pelayo o Juan S. Bollaín; este año se le propuso recordar al ecijano Carlos Pérez Merinero, escritor de culto y guionista de bastante prestigio (“Amantes”, “La buena estrella”) ya fallecido, pero la propuesta fue inexplicablemente descartada. Además, año tras año van aumentando los cineastas andaluces, entre ellos muchos sevillanos, que se sienten maltratados por el Festival, lo que no deja de ser bastante triste. Ojalá en próximos años está situación se solvente.

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