La tribuna de El Puerto

Lo que yo te diga... de los medios y los políticos

Cuando el altavoz va a favor no te faltarán aduladores que te darán la palmadita en la espalda recordándote lo bueno, crack y gran periodista que eres

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luis miguel morales |  En la encrispada realidad que estamos instalados de un tiempo a esta parte y cuando el octubre rojo empieza a enfilar su cuenta atrás, no dejo de reconocer que todo cuanto nos está tocando vivir en esta obtusa cotidianeidad política, me pone. Para qué voy a decir lo contrario.

Los cambios, más que nos pese en su mayoría, son únicos. Irrepetibles. Su tratamiento y su envoltura me fascinan. Poco más, eh. Que no me va la marcha.

Y hoy, querido Quique, me gustaría hablar del papel de la prensa en todo este embrollo en el que vivimos y la relación que tenemos con la clase política. Ya sabes que los medios tendemos a focalizar y a orbitar todas y cada una de las cuestiones y ésta no iba a ser menos.

El egocentrismo periodístico es lo que tiene. La prensa y la política han sufrido, cómo no, las consecuencias de la crisis. Habrá un antes y un después. Cada uno lo sobrelleva como buenamente puede. Los medios cada vez más en cuadro y los políticos reinventándose ante su mala prensa.

Frase mejor definida, imposible. La necesidad y el entendimiento entre ambos siempre han sido condicionados e interesados a partes iguales. No nos engañemos. Cuando el altavoz va a favor no te faltarán aduladores que te darán la palmadita en la espalda recordándote lo bueno, crack y gran periodista que eres, y cuando le des fuerte y flojo y publiques lo que el medio mamador no puede, te etiquetarán de juntaletras, de panfleto y de cualquier otra descalificación al uso. Que las hay y los hay. La diferencia de tener oreja o tener oído, que te enteras de todo.

El uso para el beneficio propio ha existido y siempre existirá. Al igual que los periodistas quitan y ponen temas que interesadamente nos conviene, el político de turno utilizará sus influencias en decirte lo que a él le interese y convenga. No nos engañemos. 

El colegueo entre medios y políticos creo que debe ser lo justo y correcto. Poco más. Si queremos que nos respeten por lo que publicamos debemos dar al menos una imagen aséptica con estos, por lo menos en lugares públicos.

La visibilidad mediática es más necesaria que nunca para hacer llegar todo cuanto ocurre a nivel local. Una forma de informarse que por desgracia va decayendo a mínimos históricos, que ni las nuevas tecnologías saben parar esta hemorragia.

Solo hay  que ver los medios que han sido presa de la travesía del desierto con los nuevos cambios en Peral.

Eso es así. El ninguneo por parte de estos a la prensa portuense es tan notorio y evidente que no debiera ser ya ni noticia. Incomunicación. Que sea malos tiempos para la lírica, no me va a privar, amigo Pedregal, de que la previsibilidad mediática y política me haga disfrutar día a día de mi pasión y mi trabajo.

El resto son detalles sin importancia de si tengo o no los teléfonos de los concejales de turno.

Quique Pedregal | Todos hemos pasado en alguna ocasión por el brazo en el hombro o la caricia en el lomo del político de turno. Cada uno se dedica a lo que se dedica. De hecho, y esto no es invención mía, los primeros periódicos que se empezaron a imprimir, décadas atrás, venían de la mano de los partidos políticos o del monarca de turno. Sindicatos, movimientos sociales e instituciones, todos han tenido un medio de expresión escrita afín.

Por ejemplo, Manuel Fraga, fue uno de los socios fundadores de El País… quién lo diría. Y aunque sus participaciones tenían un valor simbólico (sólo 2 de 400), estaba detrás del accionariado asesorando y aconsejando la línea editorial. Hablamos del año 1975.

¿Y qué decir del ABC de los años de la Guerra Civil: el de Madrid apoyando a la República y el de Sevilla luchando por Franco? Cosas que pasan, amigo Luismi.

Y mira por dónde, hete aquí tú y yo versando sobre lo mismo, en lo que se atisba poco cambio. Que la delgada línea roja (es una expresión, ya que podría ser de cualquier color) que separa política y comunicación es tan delgada que algunos confunden partido y noticia, o foto y propaganda.

En Etiopía, en ciertos parajes recónditos, aún viven tribus con costumbres ancestrales. Por ejemplo, destacan los Bodi, tribu que se caracteriza por la obesidad de sus miembros. Y cada año, allá por el mes de junio, se elige al Rey por un día.

Los hombres de la tribu se afanan por engordar en los meses previos porque, después de unos bailes exóticos moviendo sus carnes y de unos ritos determinados, se les pesa y se les mide la circunferencia abdominal.

El más gordo es elegido Rey por un día y obtiene como regalo, además de prebendas materiales de todo tipo, la mano de la mujer más bella, delgada y esbelta de la tribu.

Y como los Bodi no se sustentan de la caza ni rivalizan en nada con otros poblados, pues la gordura es una bendición para ellos, símbolo de un alto estatus social.

Y aquí parece, y lo escribo como generalización, que elegimos como político al más gordo de la tribu. Solo tiene que engordar y engordar para ser Rey por una legislatura. Las promesas y los discursos encendidos van cebando al gordo de turno que se vale de cualquier medio de difusión; el pueblo mide y elige en función de lo que haya prometido –y que ha sido voceado por panfletos y prensa seria- para alcanzar esa gordura; pero claro, los medios también nos hacemos eco de esa transformación que se produce desde el día después de haber sido elegido Rey.

Pero lo más curioso es que, cuando el gordo pierde peso, la culpa es del libelo traidor que ya no lo saca en portada con toda su gordura esplendorosa.

De aquí a nada, todos a hacer dieta hipercalórica, Luismi. Lo que yo te diga.

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