La Pasión no acaba

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Destilan normalidad, corrección, buenos modales y andares de toreros. Son hermanos en el fondo y en el libro de familia, en el ruedo de la vida y en el albero..

Publicado: 17/06/2020 ·
16:15
· Actualizado: 17/06/2020 · 16:15
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  • Javier y Borja Jiménez. -
Autor

Víctor García-Rayo

El periodista Víctor García-Rayo es el presentador y director del programa La Pasión de 7TV Andalucía

La Pasión no acaba

Dedicado al alma de

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Destilan normalidad, corrección, buenos modales y andares de toreros. Son hermanos en el fondo y en el libro de familia, en el ruedo de la vida y en el albero del pique cuando la raza de su misma casta les hace enfrentarse a un destino con astas en punta. No beben alcohol, sus cuerpos -como juncos- delatan el esfuerzo diario, el trato constante con el ejercicio físico y mental. Se cuidan porque aman su profesión y, por encima de todo, la respetan. Los dos son matadores de toros por méritos propios y cargan en el fundón con la mala baba de quien les señaló difundiendo que contaban con el extraordinario apoyo de un padre -concejal- que se volcó con sus hijos cuando éstos se pusieron delante del tribunal paterno a confesar sus intenciones de ser toreros. Han superado tarrascadas y zancadillas, empujones y preguntas, cornadas del toro y de la vida. Estos días, como siempre, andan haciendo kilómetros buscando embestidas imposibles, encajes del cuerpo y memorias del alma, ilusiones y esperanzas colgadas de los pitones de una becerra que jadea humillada delante de la muleta del verano en estos pastos de incertidumbre.


Esta tarde los he visto. Caminan con hechuras de artistas, en segunda fila, cerca siempre de sus compañeros pero rehusando el primer plano. Les delata la humildad, quieren ser pero no presumir de ser, porque así lo aprendieron. No hacen ruido ni levantan en exceso la cara. Sus generosas cabelleras rubias pasan por delante de la Torre del Oro y ambos sonríen mientras escuchan atentamente a otros miembros de la tropa y a los aficionados que se acercan. Acuden a la llamada de la fiesta de los toros, que necesita en estos momentos el calor de todos los profesionales y aficionados. Se llaman Javier y Borja, su primer apellido es Jiménez y son dos toreros muy capaces. Los estoy viendo caminar y me ha llamado la atención su educación, esos modales que te da la teta materna. No hacen ruido, visten sonrisa noble, pisan calzado cómodo y van ganando los metros del Paseo de Cristóbal Colón con torería y naturalidad, sin más aspavientos que los latidos de sus corazones, ahora sufriendo por el futuro inmediato de la fiesta más maravillosa del mundo.


Javier y Borja son dos toreros buenos, solventes, preparados para cualquier feria. Han crecido como intérpretes y siguen siendo adultos en valores. Al llegar a la Plaza de España tampoco se dejan ver más de la cuenta. Conocen bien la antigüedad, el sitio, los terrenos, los tercios del saber estar. No he podido evitar observarlos con orgullo. Llevan sobre los hombros más peso del que parece, han derramado más sangre de la que se recuerda y están emprendiendo el regreso a casa tras apoyar la fiesta. Lo hacen calladamente, despacio, con temple. Caminan por la sombra, cerca de la pared por el espacio menos llamativo y visible, pero yo estoy viendo el brillo de su humildad, que es la luz de la grandeza. Y ésa, la luz de la torería, no puede apagarla nadie. Yo me entiendo.

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