José Ramón Sandoval es un castizo, esa especie ya en extinción del Madrid/madriles, es decir, un tipo con una sabiduría nacida en las aceras, en los lados dulces y ásperos de la vida, en las conversaciones en el bar ante una ración de callos, y en esa forma suya de andar con algo de chulapo noble y gigantesco. Sandoval es un hombre hecho a sí mismo con una elegancia sin refinar pero transparente que transmite confianza. Un trabajador consciente de que su mayor patrimonio es el trabajo. El Córdoba ha fichado a un entrenador cuyo salvoconducto es la honradez.
José Ramón Sandoval es un madrileño de pura cepa, es decir, un hombre que tiene mucho de andaluz. Madrid consiste desde hace siglos en una mezcla de culturas, y la mayoría de los madrileños sienten una gran simpatía por la del Sur. Sandoval entrenó hace años al Parla y al Atlético de Pinto, dos clubs históricos de la periferia madriles, pero sin historia, que pasaron del campo de tierra al campo de césped artificial, pero nunca consiguieron pasar del anonimato a otro sitio. Y en la temporada 2010-2011, Sandoval llevó al Rayo Vallecano de Segunda División a Primera con sabiduría e instinto. Se llevó del Recreativo a Casado y a Javi Fuego, dos futbolistas que le dieron un resultado sensacional. Vallecas es el hábitat de Sandoval. Vallecas tiene algo de pueblo andaluz en el que el personal arrastra mucho la ‘ese’ al final de cada palabra.
Cuando Sandoval asegura que cree en la salvación del Córdoba lo dice sinceramente. Y formuló una advertencia sabia cuando hace unos días firmó como técnico del Córdoba: No hay que mirar la clasificación. Porque el Córdoba, equipo cuya afición está hermanada con la del Recre, sólo evitará el descenso si es capaz de evadirse de la angustia. El Córdoba consiguió ayer una importante victoria en su campo.
Y en la banda de El Arcángel está José Ramón Sandoval. En alguna ocasión ha saltado al terreno de juego lleno de júbilo a celebrar algún gol importante con sus jugadores. Otras veces, en los partidos, se mete las manos en los bolsillos. Y ya lo decía Ramón Gómez de la Serna: “Un madrileño se mete las manos en los bolsillos como nadie”.
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