Jaén es una ciudad bonita, bellísima, rodeada por un mar de olivos, con un cielo sin lluvia y eternamente olvidada. Jaén produce el mejor aceite del mundo y, sobre todo, talentos. El último: José Cobo, nombrado Arzobispo de Madrid por el Papa Francisco. José Cobo, como tantos niños jiennenses, tuvo que emigrar con sus padres a Madrid cuando sólo tenía siete años. Resulta fácil imaginarlo subido en el utilitario familiar o en uno de aquellos autobuses amarillos de La Sepulvedana, que cubrían el trayecto Jaén-Madrid, mirando hacia atrás al inicio del viaje, viendo alejarse el castillo de Santa Catalina, cada vez más pequeño, las casas blancas de Jaén, con una severa sensación de melancolía porque, en realidad, en ese castillo que ya sólo era un punto lejano se quedaba su infancia para siempre.
Y llegó a Madrid, al barrio de Usera, un lugar cuando entonces de emigrantes andaluces y extremeños, con bares de suelo cubierto de serrín que tenían nombres como ‘La Giralda’, donde entre botellín y botellín de Mahou se hablaba mucho de fútbol, del Moscardó, el equipo del barrio que a finales de los 60 militó una temporada en Segunda División y mereció algún artículo de Miguel Ors en el diario ‘Pueblo’ de Emilio Romero. Los días en Usera eran difíciles pero tenían el brillo del futuro. Quevedo llamó a Dios ‘Autor del día’.
José Cobo estudió Derecho, pero una mañana descubrió que entre la decente pobreza de aquel barrio con olor a hierro y a manos habitaba Dios. Se ordenó sacerdote. “Mi vocación surgió trabajando en Proyecto Hombre”, ha explicado. Se siente, sobre todo, un cura, un sacerdote sin sotana portador de la palabra del Evangelio, que asegura que Dios no está para resolver problemas constantemente, sino que “Dios acompaña”. Y él acompañó durante mucho tiempo a los reclusos, porque visitaba diariamente las cárceles para hablar, pero más que nada, para escucharlos. Pasado el tiempo fue el primer obispo en reunirse en público con víctimas de abusos.
Pertenece José Cobo al ala más progresista de la Iglesia, la que lidera Francisco, el mejor Papa desde Juan XXIII. En el seno de la Iglesia se libra una batalla entre conservadores y progresistas a la que únicamente faltan los versos de John Milton. Y asegura José Cobos que Francisco le ha pedio que continúe ejerciendo como si aún fuera un sacerdote. Joaquín Sabina, otro jiennense, dice en una de sus canciones: “De pronto me vi/como un perro de nadie/ladrando a las puertas del cielo”. Siempre ha perseguido el padre Cobos que nadie se sienta así. Porque Dios acompaña.
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