Si ha tratado ya de pagar la penúltima con una ficha de los coches tropezones es que quizá esté acumulando resaca por encima de sus posibilidades. Los lunes ya no son lo que eran. El lunes de Feria tiene ahora el fuste de los días grandes. Quizá algo menos. Pero en definitiva es fiesta local, la semana está empezando y apenas encuentra uno pretextos para evitar al González Hontoria. Salvo, claro está, que la resaca le haya ganado la pelea y en sus bolsillos se confunda la calderilla con las fichas de los cacharritos.
A las tres de la tarde hace el calor justo para empezar a beberse la Feria por donde se deje. Debajo de la portada se presentan perfectas desconocidas apenas un rato antes de hacerse inseparables hasta que encuentren taxi libre para volver a casa y quede todo en amigas de facebook a las que si acaso felicitar el cumpleaños. “Esta es mi amiga Lupe; y esta es Gema; y esta es...”. Y así hasta que no queden besos por repartir y la reunión ponga pies sobre el albero, algo que hay que hacer a la voz de ya porque la mesa para dieciséis que se reservó en una caseta con sombra ya está medio ocupada y los platos al centro están abriendo el juego a las bandas con una celeridad desacostumbrada.
Estamos en campaña electoral. Sí, otra vez. Y no hay político que se precie que no aproveche la ocasión para pasear por el Real. Este lunes le tocó el turno al presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno; pero también a la ministra en funciones de Hacienda, María Jesús Montero.
Y no me digan que no tiene guasa que la titular de Hacienda se presente en la Feria... En la Feria de donde comen cuatro comen dos si acaso. En la Feria del échale más hielo a la copa y dale vueltas a ver si así...
La Montero podrá cuadrar presupuestos generales del Estado e incluso cerrar un acuerdo de financiación autonómica, con catalanes y vascos incluidos. Ahora bien, le das los billetes que maneja una familia tipo para sobrevivir a esta semana, le presentas la previsión de gastos, le pides que solvente la ecuación y vende la cartera ministerial en el wallapop.
Cuatro de la tarde. Ya está todo el mundo colocado. En los paseos se han quedado dando vueltas los enganches en busca de que la gente salerosa empiece a salir de las casetas. En las terrazas donde aprieta el sol -casi todas- se han echado las esterillas de los chinos hasta el punto de que por un momento la Feria parece un enorme chiringuito a la espera de que baje la marea. Ya sea dentro o fuera, hay gente que no sabe qué hacer con el abanico de cartón que le regalaron a la entrada. Y ahí están meneando el cartón con un empeño tal que parece que trabajasen a jornada completa para una planta de energía eólica.
En una caseta de pedigrí, camareros con chaqueta blanca y botones dorados y todo el roneo que quieran añadir se escucha aquello de “será maravilloso viajar hasta Mallorca”. Y sí sí, es posible que sea maravilloso hacerlo sin necesidad de tomar el barco o en avión. Pero apenas han dado las cinco de la tarde y la Feria de Jerez empieza a convertirse ya en un escenario en el que todo vale.
De turismo iba la cosa, porque este lunes se grabaron en el Real imágenes para un capítulo de Férias em Família (Vacaciones en familia), que es una comedia de éxito de la cadena brasileña Multishow que sigue las aventuras del primer viaje que realiza una familia brasileña por Europa. Y en ese recorrido por ciudades y fiestas españolas no podía faltar una etapa por la Feria del Caballo. Así que justifiquemos por un día la presencia de la samba, la bossanova o también aquello del “será maravilloso”.
Maravilloso, un sueño, casi irreal, es lo que ocurrió este lunes de Feria en los cacharritos, en una calle que durante cuatro horas dejó de ser un infierno de decibelios sin control gracias a una iniciativa que tenía como principal objetivo facilitar el disfrute de los autistas pero que a la hora de la siesta agradecieron hasta los vecinos de El Paquete.
Cuatro horas de cacharritos silenciosos, de tres a siete de la tarde. Cuatro horas sin que los tímpanos revienten escuchando el “ay qué te como qué te como” del ratón de las narices o las canciones del hit parade de las casettes de las viejas gasolineras de carretera. En Sevilla ya han dicho que el año que viene extenderán la experiencia a todos los días de la Feria. Ojalá aquí también se imponga el toque de silencio. Aunque sea en los cacharritos. Aunque sea apenas unas horas al día. No sólo lo agradecerán quienes padecen problemas de autismo. Que por cierto, si tiene el capricho de montarse en la noria va a tener que dejarlo para mejor ocasión, porque este año no hay noria que valga. Las cosas de las cosas, que diría Rafael de Paula.
Al albero del parque González Hontoria lo único que le faltaba eran cuatro días de levantera seguidos. Está el firme del Real rivalizando ya con el adoquinado de la plaza Esteve, propios ambos escenarios para el rodaje de alguna secuela de Humor amarillo. Y mira que dan vueltas los camiones cisterna, pero está visto que lo no puede ser no puede ser, y además es imposible.
A las seis de la tarde el personal está todavía apalancado dentro de las casetas y a salvo del levante, que ahora sí parece venirse un poquito arriba. Es el momento del todo vale. Suena la música, lo mismo da que sea en directo o enlatada; es cuestión de hacer ruido. Se recogen y apartan las mesas y la gente baja los efectos de los platos y bebidas al centro a base de desenfreno. Era el día de Jerez, lunes y festivo. Un lunes en el que no se tiene claro si empieza o termina la semana. Ese lunes en el que terminas tratando de pagar la penúltima con una ficha de los tropezones.
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