Jerez

El crimen machista que conmocionó a Jerez entero

Culpable de un delito de asesinato con alevosía y con el agravante de parentesco. Ese ha sido el veredicto del jurado que esta semana ha juzgado la muerte de la joven en una vista en la que las emociones han estado a flor de piel

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  • El condenado en el juicio -

Una pancarta pidiendo justicia para Miriam Tamayo ha presidido durante toda la semana los accesos del edificio de cristales de la avenida Álvaro Domecq donde se aloja la sección octava de la Audiencia Provincial de Cádiz. Junto a ella, siempre había algún amigo de la joven a la que Germán J.G, su exnovio y padre de su hijo pequeño, le arrancó la vida hace ahora año y medio tras asestarle siete puñaladas en la calle cuando el 12 de junio de 2013  iba camino de un almuerzo para celebrar el fin del curso de camamera que estaba haciendo en la Escuela de Hostelería. Nunca llegó.  Tenía sólo 21 años. 
Ahora un jurado popular que de lunes a miércoles ha escuchado los testimonios de los testigos que los padres de la joven no han podido escuchar y ha visionado las pruebas forenses, además de escuchar a los peritos, lo ha declarado culpable de un delito de asesinato con alevosía y con el agravante de parentesco. La sentencia, que llegará en quince días, se encargará de fijar la pena de cárcel, que en cualquier caso no bajará de 18 años, y las indemnizaciones para los padres, el hijo y las hermanas de Miriam que solicitan la acusación particular y la Fiscalía, que ha sido clara durante toda la vista respecto a la actitud del acusado. “Ha estado echando balones fuera todo el juicio”, “no ha colaborado con la justicia”, “usted ha mentido de principio a fin”. Estas fueron algunas de las frases que sentenció la fiscal María Gala en una magistral exposición de sus conclusiones finales en las que confirmó una elevación de la pena para el acusado  al estimar la agravante de parentesco y el delito de amenazas que pedía también la acusación.
El Ministerio Público no pasó por alto la actitud mostrada por el acusado durante la vista, lo cual tampoco le benefició de cara al jurado, al no mostrar ni el más mínimo síntoma de arrepentimiento, ni siquiera cuando la madre de Miriam se dirigió a él al término de su comparencia como testigo para decirle que le había quitado “lo más bonito de su casa”. Acto seguido salió, y esta madre coraje que ahora cría a su nieto se derrumbó. Germán, mientras, hizo ademán de intentar reprimir las lágrimas, pero realmente no llegó a llorar. Solo una hora antes había dicho que el día de los hechos iba “drogado”, después de haberse tomado “cinco o seis litros de cerveza”, droga y tranquilizantes,  que la joven con la que llevaba más de seis años no era su novia formal, y que el cuchillo de casi 15 centímetros de hoja se había caído de una bolsa que llevaba la víctima. Los policías ya dijeron que no presentaba síntomas de ir “colocado”; al contrario, les llamó la atención su frialdad, “como un témpano”, dijeron. La madre de Miriam advirtió que esa mañana cuando le devolvió a su nieto “estaba perfectamente” y un perito que también declaró en el juicio apuntó que de ser cierta esa ingesta masiva de alcohol, drogas y tranquilizantes “le hubiera dado una sobredosis”. En su alegato final el acusado no hizo más que complicarlo todo. Su abogado y el tono desafortunado utilizado para dar su versión de los hechos llegando a afirmar que Miriam “sabía que venía tormenta”, “pudo defenderse” y que sólo eran “amigos con ventajas”, ya hizo quela hermana y amigos de Miriam abandonaran la sala indignados y con lágrimas en los ojos. Quedaba lo peor. Sus últimas palabras acabaron por sacar la rabia contenida de este año y medio. Y con razón. Empezó bien, diciendo que estaba “muy arrepentido”. Nunca debió pasar de ahí. La sala estalló y fue desalojada. El jurado popular lo tenía bastante claro.

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