Publicidad Ai

Notas de un lector

De tinta y lumbre

Es éste el quinto poemario de Andrea Bernal, tras “Los pájaros”, “Adiós a la noche”, “Todo lo contrario a la belleza” y “Nominalismos”

Publicidad Ai Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad Ai

En sus “Cartas sobre la educación estética de la humanidad”, Friedrich Schiller dejó escrito: “Quien no se aventure a elevarse por encima de la realidad jamás conquistará la verdad”. Ese anhelo por encontrar lo absoluto ha sido, también, un antiguo anhelo de todo creador. Explorar lo cotidiano y alzarse frentea su misma trascendencia ha propiciado que la escritura se haya convertido en instrumento de comunicación común. Y, desde esa perspectiva, pareciera alzarse “Ondina” (Huerga y Fierro Editores:, 2024) de Andrea Bernal. Es éste el quinto poemario de la autora, tras “Los pájaros” (2013), “Adiós a la noche” (2016), “Todo lo contrario” a la belleza” (2019) y “Nominalismos” (2022).

El volumen pareciera remitir a la necesidad de la exploración entre el mito y la naturaleza y al deseo de ser capaz de vertebrar un lenguaje ideológico y connotativo desde un discurso lírico. Sabedora de que los territorios significativos son ilimitados y apelando a la propia condición de la figura de las ondinas -esas bellas ninfas acuáticas de la mitología griega, mitad mujer y mitad pez-, la escritora madrileña apuntala en estos cuarenta y cinco poemas una dialéctica directa con cuanto rodea su existencia y determina de manera valiente aquello que sabe a redención y remembranza: “Venía algunas tardes a quedarse./ El aroma del jardín,/ la plenitud del musgo,/ la memoria/ que temblaba hacia el oeste, inquietud/ al raso de la vida,/ ese río que abraza/ y se convierte en luz resucitada”.

Entendido como una necesidad de mirar de frente al mundo, de detenerse a reflexionar para no sólo vivir, sino existir, Andrea Bernal se afana en hallar desde su conciencia la manera de encontrar una alianza con lo contrario a la finitud y, de esa forma, ampliar los territorios que humanicen el día a día. Porque su escritura quiere ser revelación, redención y contemplación de cuanto más nos importa y nos convierte en sentido y pensamiento: “Si cada una de estas piedras fuera un nombre,/ un hombre vivo,/ un canto para rodear con espuma por igual,/ forma de un mar que construye,/ ángulo buscando su propia redondez…/ Cuántas…/ Cuántas piedras podríamos buscar en esta/ alargada playa/ llamada a tejer en lo común”.

A su vez, su verso se impregna de una súbita y sucesiva simbología (“Una ardilla muerde la luna”) desde la que traza un lenguaje en el que confluyen diversas categorías, distintos actantes y una amplia hilera de elementos perceptibles, de ulteriores metáforas en las que muestra la pluralidad de su estética: “Lloverá, pero ya seremos otros,/ y los ríos serán de tinta y lumbre./ A tus pasos firmes,/ oscuros,/ canté todo lo silvestre./ pero ya seremos otros (…) Así sabrás que has amado./ Un pico abierto ordenará que llueva,/ y traerá lumbre a nuestro río,/ año tras año”:

En suma, un poemario donde cabe lo efímero y lo perdurable, lo incierto y lo concreto y en cuya caracterización de lo fragmentario se reescribe una respuesta a lo agónico y lo sublime, más allá de cuanto quede detrás de cada enigma, de cada silencio: “Han imaginado el mundo de las horas,/ su engranaje./ Pero no el tiempo descosido y su temblor”.

 

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN