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El tolle tolle de Julio

Larga vida a su memoria. Julio Anguita, paradigma del político honesto, ha muerto. El tolle tolle no dejaba de aporrear conciencias desde que se supo...

Publicado: 17/05/2020 ·
22:12
· Actualizado: 17/05/2020 · 22:12
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Autor

Manuel Expósito

Director general de Gestión de Medios Jiennenses

Expositor

El blog Expositor se centra en la crónica política de la semana en Jaén y provincia

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Larga vida a su memoria. Julio Anguita, paradigma del político honesto, ha muerto. El tolle tolle no dejaba de aporrear conciencias desde que se supo que había dejado de existir, a las once de la mañana del pasado sábado. Sin aguardar siquiera a que su cadáver estuviera frío, carroñeros de todas las especies se precipitaron, ansiosos, sobre los restos más frescos de su testamento político, procurando apropiarse desvergonzadamente de un legado que, en puridad, hasta el momento mismo del óbito, les resultaba molesto, impertinente, ajeno. Proveer de ética a la vida pública, repetían sus ayes y lamentos allá donde se le quiso escuchar, como militante de base, en una retaguardia de camisa blanca e incólume esperanza. Intemperantemente, sin desmayo, sin claudicar, sin elevar la voz, sin rendirse nunca a la evidencia de la inferioridad numérica. Lo peor de un proyecto no es que se hunda, sino que se envilezca. “La laxitud moral que, sin cometer delito, desvirtúa los motivos y tuerce la línea de conducta”. Así hablaba Manuel Azaña. Ahí residía, en esencia, la grandeza del discurso político de Julio Anguita. Refutar la legitimidad del banquete de los poderosos, su enriquecimiento ilícito a través de la factura de luz o de la subida del precio del alquiler, desde un pleno municipal, en sede parlamentaria o pisando las alfombras de palacio, donde llegó a ver a sus retoños ideológicos, Alberto Garzón y Pablo Iglesias, los ‘jefes’ del movimiento político al que perteneció hasta el último instante. Convendría recordar ahora a sus múltiples aduladores post mortem la lealtad exquisita con que se manejó en todo momento en el seno de su organización, impropia en los tiempos que corren. El garrafal error de Galapagar en la imagen pública del vicepresidente segundo del Gobierno de España, trascendental en la cotización electoral de cualquier líder de las mercadotécnicas democracias occidentales, como se ha demostrado infinidad de veces en su mayor oráculo/espejo público, EEUU, ya determinó un estado presente en la relación entre maestro y alumno que explicaría, hoy, las lágrimas con que Iglesias saludaba siempre a Anguita en los últimos mítines que compartieron. “Yo no lo hubiera hecho”. La relación entre los popes sagrados y la nueva hornada de pontífices pertenece siempre al críptico universo de las confidencias. En cualquier parte cuecen habas. Y, a veces, indefectiblemente, los jóvenes tienen que subirse a las barbas de sus mayores.

El otro Julio, Millán, el de Jaén, el jueves, en el Consejo Provincial ‘telemático’ de Alcaldes de Diputación que repartió los 15 millones del plan de choque anti-coronavirus, intervino ante todos para mostrar su disconformidad con el criterio de reparto defendido por su padre político, el presidente Paco Reyes (13 horquillas o escalas poblacionales entre los municipios jiennenses, desde los 78.000 euros que le corresponden a las localidades de menos de 500 habitantes hasta los 330.000 que llegarán a la ciudad más grande, Jaén). Con la sexta parte, más o menos, de la población provincial, Jaén recibirá el 2,2% del fondo. Si la proporcionalidad poblacional se hubiera impuesto milimétricamente, Julio habría arrimado a sus arcas cerca 2,5 millones en lugar de los 330.000 euros. Ni tanto ni tan calvo. O sea que Reyes benefició con la discriminación positiva a los más pequeños: la filosofía fundacional, al fin y al cabo, del ayuntamiento de ayuntamientos. El incontestable resultado final de la votación (68 votos a favor, 15 abstenciones y un 1 voto en contra) no pudo sustraerse, a posteriori, al tolle tolle que generó entre los propios la discrepancia pública de Julio Millán con respecto al jefe.

La inepcia desconfinada/desconfiada de tanto lerdo en estos días de confusa desescalada nos podría condenar a repetir en septiembre o noviembre, en febrero o marzo. Repetir el más sangriento curso de acontecimientos que recordemos en este país desde la represión franquista, las hambrunas de los 40 y 50 o el terrorismo de ETA y de la Yihad. Aquellas olas, y rebrotes, de la gripe común, o gripe española, sin vacuna, de 1918 a 1919. Muchas décadas después de sistemáticas vacunaciones a la población de riesgo, este pasado invierno, apenas el 53 por ciento de los citados por el SAS acudieron a la convocatoria. Sólo faltaría que coincidieran en las mismas UCIs, a finales del próximo otoño, sendas oleadas de casos graves de la gripe y del Covid-19. Cómo para volverse locos. Cómo para no levantar cabeza. Letalidad de la gripe durante el invierno 2017-2018, 1,98 por ciento. Letalidad actual del Covid-19, 1,10. Si contuviésemos el drama, si la cifra diaria de muertes siguiera retrocediendo, si cada uno de nosotros llevara un test y un guardia civil encima...

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