Al calor de la movilización del sector del taxi y del debate sobre la implantación de estas empresas tecnológicas que buscan ir eliminando sectores productivos, es fácil desmontar las poses habituales de los distintos partidos y de nuestros políticos y opinadores públicos.
Es sencillo hablar sobre ideales como la defensa de la libertad, el pueblo y la patria en abstracto, en discursos vacíos que no dicen nada. Pero sería deseable que eso coincidiera con la realidad, con lo que se hace en el día a día. Así, es habitual estos días encontrar a supuestos liberales (aunque la mayoría no tengan ni idea de lo que esto significa), que despotrican contra los taxistas, por oponerse al progreso; por impedir que una multinacional, que contrata ex-políticos y altos cargos del Ministerio para incumplir la legislación y evade impuestos en paraísos fiscales, se implante en España sin cumplir la normativa que sí cumplen los taxistas. ¡Toma libertad y defensa de la empresa!
Estos modernos "uberales" defienden únicamente a empresas que se adueñan de los mercados a través de monopolios, a multinacionales que no pagan impuestos y que crean trabajo precario o incluso no lo hacen, ya que el número de falsos autónomos sigue creciendo. A esas empresas a las que parece ser imprescindible asegurarles sus beneficios, que deben crecer todos los años como sea, a costa de los usuarios o de sus trabajadores, y si alguna vez, por desgracia, tienen pérdidas, ya se encargarán las Administraciones Públicas de darles nuestro dinero, el de todos, para seguir engordando sus bolsillos.
Ni son liberales, ni conservadores, ni nada por el estilo. Ya está bien de la mentira del progreso y la modernidad. Y si quieren innovación y emprendimiento les propongo un trato que nos pilla cerca. Un liberal de verdad llamaría hoy mismo a una de estas empresas que nos saquea (llamémosla FCC, Aqualia o Indra) y le diría que se modernizaran, sin obstaculizar la competencia. Empezaría por obligarles a hacer en Jaén la inversión que se necesita en camiones o contenedores (que ya llevan 10 meses de retraso) o en nuevas tuberías de agua (que llevan 20 años esperando). Después les avisaría de que iban a cobrar según la calidad de su servicio: si no quedamos satisfechos, ellos no cobran y llamamos a otra empresa, a ver si así bajaban los precios. Y los impuestos, se quedarían aquí, por supuesto, nada de llevarlos a las Caimán. Así de simple: adaptaros a los tiempos como cualquier taxista.
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