El estado de una ciudad lo suman muchos pequeños detalles y no solo en el centro o en la parte más histórica y monumental, sino en cada uno de los barrios. Se podría decir que son estos pequeños detalles los que componen esa micropolítica de la que tanto habla el actual equipo de Gobierno del PP en el Ayuntamiento, ya en su segundo mandato, aunque sea en minoría en esta ocasión. Pequeños despropósitos como que las farolas no tengan cristal con explicaciones tan peregrinas y desalentadoras como que no se puede atender a su reparación o, como viene pasando en los últimos años, fuentes ornamentales que no tienen agua; que no se saben cuándo van a funcionar, que no cumplen el cometido para el que fueron diseñadas, esencial en muchos casos como en el de la plaza de las Palmeras, donde son el sentido de este espacio público. Y sucede que cuando a quienes nos gobiernan no se les puede pedir que estos pequeños detalles estén en buen estado, es mejor que todos, los que sellan con sus comprometidos traseros los sillones del salón de Plenos, y nosotros, los que miramos una y otra vez para otro lado esperando que vengan tiempos mejores, nos cuestionemos de una vez por todas qué está sucediendo en esta ciudad y qué podemos hacer todos para mejorar esas pequeñas cosas, que dijera Serrat.
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