La campaña que comenzó en septiembre y que finalizará en abril en toda la Costa Tropical, en la que las previsiones eran de 40.000 toneladas, ha estado desde el principio marcada por continuos robos. Estos han sido denunciados repetidamente por los agricultores, sobre todo, de las vegas de Río Verde, Río Seco y río Jate, de Almuñécar. También por el Consejo Regulador de la Denominación de Origen de la Chirimoya, que remitió escritos de denuncia a los ayuntamientos de la Costa Tropical, a la delegación de Agricultura de la Junta de Andalucía y a la Subdelegación del Gobierno.
Las declaraciones de Antonio Cruz, subdelegado del Gobierno, en las que afirmó que no se denunciaban todos los robos que se producen han levantado ampollas entre los agricultores.
Antonio Sánchez, presidente del Consejo Regulador, agricultor, comercializador y propietario de Frutas El Romeral, sostiene que tan sólo él mismo ha interpuesto más de 20 y que sabe de otras 40, pero que seguramente serán muchas más. Además, afirma que “las administraciones no están haciendo su trabajo”y que les ponen múltiples trabas a la hora de denunciar. “Me dijeron los agentes que tenían que peritar el robo, cuando era evidente que habían entrado, empezando porque estaba la alambrada rota; no lo entiendo”, comenta indignado.
Éste es otro de los problemas, los daños en los árboles, como las ramas tronchadas, lo cual influirá en la cosecha, o la recolección del fruto cuando aún está verde, que perjudica no sólo al consumidor sino a la fama de esta delicada fruta. Y es que los ladrones, que no sólo se llevan cantidades importantes de chirimoyas, “que a veces llegan a los mil kilos, como conocemos algún caso en Motril”, sino que cada vez lo hacen “de manera más descarada”, a plena luz del día, cuando antes -cuando los robos eran anecdóticos- se escudaban en la oscuridad.
Tan preocupante es la situación que los agricultores sexitanos han afirmado esta misma semana que se organizarán en patrullas para intentar evitar lo que las administraciones no hacen.
Robos en el campo ha habido siempre, pero no como ahora, según afirman la mayoría los agricultores consultados, aunque hay quien este año ha tenido suerte. Con una parcela en la Rambla de las Brujas, Miguel dice que este año ha llegado antes que los ladrones y que ha podido recolectar más que el año pasado. Sin embargo, Manolo, de la zona de Puntalón, afirma que ha tenido que irse con su mujer al cortijo de día y de noche porque “las cosas este año se han puesto más feas”.
Romeo, un trabajador de origen rumano, que dirige una cuadrilla en un campo cercano a Torrenueva, dice -en perfecto castellano- que unos desconocidos rompieron la verja y entraron a robar, aunque no sabe precisar cuántos kilos se llevaron. “Mejor es que se lo pregunten al dueño, que es de Almuñécar, que sé que denunció a la Guardia Civil”. Asaja ha recordado que lleva años poniendo en conocimiento de la Subdelegación del Gobierno en Granada “el problema de los robos en el campo”, al tiempo que defiende “la entrega y dedicación de la Guardia Civil, cuerpo de seguridad sometido al abandono al no dotarse de los efectivos necesarios para garantizar su labor”.
Los fuertes aires de algunos días no sólo tiran los frutos al suelo sino los precios, ya que los dañan y saturan las alhóndigas. El clima también está jugando su papel en que las previsiones no sean al final como pintaban en los inicios de la campaña. Las altas temperaturas del comienzo de la misma, en el mes de septiembre, que se han prolongado en octubre, y en noviembre también son perjudiciales para un fruto más que delicado.
Este frutal de origen subtropical necesita un margen estrecho de condiciones climáticas (sin grandes oscilaciones). No tolera las heladas y, aunque el factor más limitante son las bajas temperaturas, tampoco le favorece las altas. Estas últimas y los vientos secos disminuyen en floración disminuyen el cuajado (seca los estigmas y disminuye la población de Orius, principal agente polinizador), pudiendo influir también significativamente en el anclaje.
“Lo más lógico es que a esta altura del año haga más fresquito de lo que ha hecho esta temporada”, explica Antonio Sánchez. Esto influye en que el producto madure más rápido y que se sature el mercado, por lo que bajan los precios.
Para colmo de males, también hay plagas. Romeo, capaz de una cuadrilla de recolección, dice que esta campaña está más floja que la anterior, debido a una plaga de moscas que estropea los frutos, en general.
A pesar de todos los problemas, el presidente del Consejo Regulador, Antonio Sánchez, señala que la calidad del fruto de este año es muy buena, aunque hace hincapié en que hay aspectos mejorables que están en la mano de los propios agricultores.
Los controles higiénico-sanitarios, que cuidan de la salud del consumidor, está claro que no se hacen en los productos robados o vendidos en venta ambulante, pero sí hay remedio para los que se comercializan de manera legal. Sin embargo, hay aún mucho camino por recorrer. Antonio Sánchez pide a los agricultores que abandonen “viejas prácticas que acaban haciendo un daño considerable a nuestros productos”, como coger los frutos antes de la maduración o el envasado en cajas de plástico. En este último caso, explica que hay quien lleva el producto a la alhóndiga como si estuviera en el campo, “con las cajas sucias, que pueden tener residuos de pesticidas o de estiércol, y luego se lleva la chirimoya a cualquier parte del mundo”, con el consiguiente daño a la imagen del fruto y de sus productores. También dice que “algunos desaprensivos que se autodenominan agricultores recolectan los frutos verdes, sin calidad ni maduración, por ganar un céntimo de más, y sin tener en cuenta el tremendo daño que hacen”.
Sánchez insiste en la utilidad de respetar las normas de trazabilidad. Esta última, tan aplicada en agricultura y ganadería, consiste en los procedimientos que permiten registrar e identificar un determinado producto desde su nacimiento hasta su destino final. Al contar con esta información es posible entregar productos definidos a mercados específicos.
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