Eutopía

Por Miedo…

Por miedo nace el acatamiento a lo que envilece. Se dejan a un lado los ideales para beber de la misma copa de quien maneja, de quien asegura las migajas

Publicado: 06/06/2018 ·
18:00
· Actualizado: 06/06/2018 · 18:00
Publicidad AiPublicidad Ai
Autor

Belén Ríos Vizcaíno

Belén Ríos es trabajadora Social. Profesora de la Universidad de Huelva.

Eutopía

Activista Feminista. Compañera partícipe de la Defensa de los Derechos Humanos y Movimientos LGTBIQ

VISITAR BLOG

Por miedo nace el acatamiento a lo que envilece. Se dejan a un lado los ideales para beber de la misma copa de quien maneja, de quien asegura las migajas de aquello que le sobra, porque entre otras razones, ni le pertenece. Por miedo, el ser humano se puede prestar a las peores batallas, y sus armas pueden ir desde la desacreditación, las mentiras, el acoso, la rumorología o la apropiación indebida de las iniciativas de la primera fila de las piezas del ajedrez. Se roban las vestiduras para sobrecargar con el trabajo ajeno los currículos y cuentas bancarias personales. Las conveniencias son el menú diario en los espacios de poder. El miedo, para que respire y duela, necesita de seres verdugos y mercenarios. Ambas condiciones gastan su existencia en intoxicar todo aquello que no les recita, una y otra vez, el mantra que le da brillo a su narcisismo. Y parece ser que eso funciona y beneficia… pero sólo en los aspectos materiales. Porque mofarse desde el ápice de la pirámide dura muy poco. En un revés, lo superficialmente blindado se derroca. Ahí es cuando las traiciones y negaciones empiezan a hervir y el caldo del destronamiento está servido. Por miedo se puede correr hacia el lado de lo inconveniente, cerrando de un golpe la puerta de lo deseable. Y cuando eso se permite, lo indómito se llega a domesticar tanto que se besan los barrotes de la jaula. Jugar con las cartas de la insidia puede hacer que se caiga, tarde o temprano, en las mismas emboscadas que fueron para otras personas. Por miedo, la mochila se llena de inseguridades, de baja autoestima y complejos. Y se arremete contra quienes, a pesar de tener las herramientas para defenderse, su código ético no les permite utilizar cualquier estrategia o recoger según y qué bazas. La verdad es que si nos paramos a pensar, el miedo da mucho miedo, y aquí entiéndase la utilidad de la redundancia. Es una emoción que distorsiona la realidad. Que llena las estancias de la mente y el cuerpo de alertas. Puede empujar a que se salten los límites, a que cambien de pronto las percepciones. El miedo es tan primitivo como contemporáneo. Culpabiliza y señala, sin pasar, ni un instante, por un proceso de autocrítica. No mide las consecuencias que genera en las demás personas, porque sólo le interesa las ventajas individuales. El miedo pisotea lo positivamente sembrado, porque lo interesante es cebar el ego. Del escritor Eduardo Galeano es el pensamiento siguiente: “Ojalá podamos ser desobedientes cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común” Si fuera así, nuestro mundo, sería mucho mejor. Sería respirable. Tendríamos espacios menos tóxicos, donde prevendríamos la competitividad salvaje y los comportamientos deshonestos. El hoy y el mañana necesita más seres “humanos” y menos alimañas del "tener" y del “aparentar”. Mas referencias éticas y menos persecutores/as. Este mundo clama que optemos por la educación en valores, por un entorno donde cada persona tenga una misión significativa, donde la igualdad y el hermanamiento no sean una ficción sino un hecho tangible.  Todas y todos, somos transcendentes. Y tenemos un lugar donde hacerlo posible, y es nuestro “aquí y ahora”. 

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN