Ayer se celebraba en Madrid una manifestación contra el regimen castrista de Cuba, bajo el amparo de Fidel o Raúl, por parte de varias asociaciones, exiliados y, como no, algún que otro partido. El PP, con Esperanza Aguirre a la cabeza, habló sin complejos contra el castrismo, algo casi impensable hace años. Ante los miembros de CiU, UPN, UPyD y Ciudadanos, hizo un dura crítica a IU, ausente principalmente porque sí participó en una cita del día anterior en la que se mostraron a favor del gobierno de Fidel Castro. Unos y otros expusieron motivos para estar a favor y en contra del castrismo. Con mayor o menor acierto, con más o menos seguidores, la derecha, la izquierda, los liberales y los progresistas han expresados sus ideas al respecto, si es que han querido hacerlo. Y sólo han podido hacerlo porque está garantizado en una norma común para todos y porque el sistema político en el que conviven los españoles es una democracia. ¿Puede darse un capítulo idéntico en Cuba? No existe ninguna ideología que excuse el recorte de libertades. Las dictaduras no pueden clasificarse como buenas o malas. Ni si quiera para decir que son dictaduras de derechas o de dictaduras de izquierdas. Tampoco existen medias dictaduras o dictaduras blandas. Ninguna de ellas tiene un veto para aplastar los derechos de los ciudadanos y coartar la libertad individual, para acabar con el Estado y convertirlo en una herramienta al servicio de un partido o una persona. Tampoco existen diferencias entre las dictaduras militares, las monarquías absolutas o los gobiernos que presuntamente al amparo de la ley van modelando el Estado al gusto y capricho del cacique de turno. En el seno de Cuba no existe la libertad, ni se lucha por conseguirla. Raúl Castro no está democratizando la isla, ni era su intención cuando trató de engañar pronunciando semejante cuento. Hay países con verdaderos problemas de libertad, y Cuba es uno de ellos. Aunque no haya que irse hasta el Caribe para verlos. También
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