Cuenta con una serie de promotores, entre los cuales figuran la UAL (Unión de Ateos y Librepensadores), etc. Durante los últimos 20 días de enero, dos autobuses urbanos exhibirán en la Ciudad Condal grandes pancartas en las que figura el siguiente eslogan: “Probablemente , Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Los responsables de la iniciativa se encuentran muy satisfechos por la ayuda monetaria que están recibiendo, y esperan repetir su hazaña en Madrid y otras ciudades españolas.
El mensaje merece un breve análisis. Llama la atención que la afirmación de su ateísmo no es decidida, pues hay un adverbio que modula la tajante negación; uno no sabe si por dudas reales o por temor a espantar a posibles prosélitos. En todo caso, la idea no es nueva. Sin ir demasiado lejos, Neetzsche la expresó a su manera: “Dios ha muerto”, significando con ello que se había desterrado la idea de Dios. Algo que a lo que se ve resulta obstáculo o rémora.
¿Para qué? La segunda parte del eslogan nos lo aclara: para alcanzar plenitud en la vida, gozar plenamente del presente. Horacio, en sus Odas, dijo aquello tan conocido del “Carpe diem”, aprovecha el día, y así lo entienden nuestros ateos. ¿Frenos al disfrute? Ninguno que derive de un concepto moral, sólo aquello que las leyes civiles prohíban. Hedonismo puro, más en la línea cirenaica que epicúrea. Poder, dinero, sexo, droga, etc., sin limitaciones, con un egocentrismo exacerbado.
Al creyente se le tiene por oscurantista, retrógrado, radical, prisionero y distante. Nada más lejos de la realidad: la creencia en un Dios es enriquecedora, ayuda a poseer la veerdad y con ello la libertad. En el seno del cristianismo abundan no sólo santos capaces de soportar estoicamente su cruz, sino también hombres que irradian felicidad incluso en el trance del tránsito final. Una observación más: el mensaje ¡oh milagro! va en lengua castellana, sin que ello suponga amenaza de sanción por no rotular con la autóctona. Desde otro punto de vista, resulta muy cuestionable que un servicio público como el de los autobuses metropolitanos se preste a colaborar en una campaña que ofende profundamente a miles de ciudadanos.
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