La ciudad, por más que pase el tiempo y por más que se determine sus males de forma unánime, hay cuestiones que se repiten cíclicamente y que no parecen cambiar en la dualidad que encuentra la zona céntrica y la periferia de El Puerto.
De la misma manera las medidas que se vienen acometiendo, al fin, en las barriadas periféricas de la ciudad, bien por el Plan Invierte de Diputación o por el Plan de Barriadas municipal, el centro, el histórico, continúa en su espiral particular de aniquilar su historia a base de inacción durante décadas. Un plan de choque que frene la situación penosa en la que está envuelto y que empeora a tenor de la falta de medidas concretas que detenga su triste realidad.
Las perspectivas de cambio, a la espera de que llegue y voltee su realidad, el comercio local, el céntrico, es el que padece en sus carnes la falta de regulación de una administración que no termina de decidirse y de encajar historia, turismo, comercio y rentabilizar su engranaje.
El centro, sus comerciantes, reclaman medidas claras, pero sobretodo urgentes que palíen la desbandada generalizada de comercios que ya no aguantan más.
La proclama del alcalde de que “este Gobierno viene a cumplir las demandas vecinales” no es que sea lo correcto, es que es lo obligado, pero también la otra parte de la ciudad, su corazón, urge de compromisos realizables y de decisiones que acompañen el renacer de sus calles.
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