El ojo de la aguja

El poder de las fiestas

El concepto festivo siempre tuvo un alto poder en el desarrollo de los pueblos

Publicado: 04/06/2019 ·
13:49
· Actualizado: 04/06/2019 · 13:49
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Autor

Juan Bautista Mojarro

Mojarro es un veterano articulista onubense, escritor y poeta. Ha trabajado y colaborado con casi todos los diarios onubenses

El ojo de la aguja

Un viaje por el pasado de Huelva, sus barrios, sus personajes ilustres y anécdotas, además de sus reflexiones sobre el devenir de la sociedad

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El concepto festivo siempre tuvo un alto poder en el desarrollo de los pueblos, puesto que es una forma de darle a los sentidos en lo tradicional, el mismo espíritu de unión, hermandad y convivencia que por imperativos se pueden vislumbrar en los mismos. Y ese poder que aludimos, aunque nos suene a contradictorio, su causa-efecto, así queda demostrado de manera axiomática, llámese fiesta, lúdica, religiosa, familiar,(bodas, bautizos, comuniones).Todo este complejo diferencial de fiestas, en todos sus contextos, nos llevan muy y mucho a encuentros entre personas que residiendo en la misma ciudad o población, que nos se han visto hacia tiempo, y el periodo festivo, ha servido no solo para el susodicho encuentro, sino para también de paso, llegar a la siguiente celebración del mismo a través de lo que tanto carece hoy en la actualidad, cuando vivimos en el milenio de la comunicación, la convivencia entre unos y otros que, contradictoriamente, tanto se cacarea, pero cada vez se hace más cuesta arriba. El andamiaje de las fiestas y tradiciones en su más alto grado, con el valor añadido de sus múltiples representaciones simbólicas, el volumen de su luminosidad, actuaciones, coreografías, gastos pirotécnicos, cuyos trepidantes y bellos y luminosos cohetes, que duda cabe que le dan grandeza al devenir festivo. Tanto es así que, y no es nuevo lo que apuntamos, tenía que ser de Lepe. Y es que el chiste lepero, o como se le quiera llamar pretende reflejar en el mismo, su “grandeza”, con respeto a su vecina población, Cartaya, y es así /Cartaya, no te compares/con la grandeza de Lepe/que este años por la fiesta/hubo tres veces cohetes/. Y es que en las fiestas se encumbren muchas veces la precariedad, y estás máximas se cumplen más en nuestra condición de pueblo andaluz.  Estas circunstancias suelen dejar a un lado los problemas familiares cotidianos, las palmas festivas, la guasa, el cachondeo, y así lo de más se minimiza. También los hay quienes piensan que el sentimiento festivo, llámese, toros, fútbol, conciertos, etc superan situaciones importantes por encima  de muchas injusticias, paro, divorcios, hambruna, desahucios, o marginación social desde todos los frentes. Está visto que lo que importa es la fiesta, sea cual fuere el nominal de la misma, política, taurina, deportiva, familiar, ciudadana etc. y si estás se prolongan mucho mejor, de tal manera que, el tono festivo alcanza su meritorio atributo, como calmador sedante de posibles penalidades. Hay fiestas que merecen las más plausibles celebraciones, de manera especial las patronales, de tanto arraigo en el concepto popular, en las que los sentires del ciudadano se abren en amplitudes. Acto de fe frente a una imagen religiosa etc. , las fiestas ocultan sinsabores, pero al mismo tiempo engendran actitudes positivas dentro de una desequivalencia, pero lo que resulta un desafuero es hacer fiestas  donde prima solucionar tantos problemas sociales, siendo los mismo antepuestos a intereses ocultos.     

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