El Loco de la salina

Carmen, Carmen

No lo puedo remediar, pero a pocos días de tu ausencia llevo tu rostro grabado en mi pensamiento.

Los locos también pasamos días tristes en este bendito manicomio, sobre todo cuando se nos va algún amigo o amiga. Hoy es uno de ellos. Sin embargo, me resisto a pensar que la Carmen con la que convivimos, ensayamos y cantamos en tantos carnavales, ya no esté con nosotros. Se tuvo que ir precisamente en estas fechas, como si los dioses quisieran pagarle con la misma moneda con la que disfrutó de tantas bateas y tangos esos domingos de piñata entre erizos y risas en la Plaza de las Flores. Pero, en recuerdo a su alegría y carácter, ahora quiero gritar que fuera la tristeza y fuera todo lo que tenga algo que ver con las enfermedades y los dolores, que ya está bien. Prefiero recordarte por siempre con la risa dibujada en tu cara y tus ojos vivarachos.  

No se me puede olvidar la vez primera que pasamos a la final del Gran Teatro Falla en el año 1996 con el Coro “Al asalto de Cádiz” de la Peña Colorín-Colorao. Recuerda, Carmela, que estábamos en mi coche con tu marido Juan Vargas, cerca del Falla, esperando nerviosos los resultados el último día del Concurso. Cuando el secretario del Jurado dijo aquello de “En la ciudad de Cádiz…”, tu cara era un manojo de nervios. Pero, cuando anunció que nuestro Coro pasaba a la Final, diste un respingo y por poco no me partes el techo del coche con  la cabeza de la alegría que te entró por el cuerpo. Tus ojos brillaron como siempre brillaban, aunque más intensamente que nunca.

No lo puedo remediar, pero a pocos días de tu ausencia llevo tu rostro grabado en mi pensamiento y no puedo dejar de pensar en tu forma de ser. ¡No tienes guasa tú, Paquito! – me decías sonriendo y moviendo la cara de un lado para otro. Que no, Carmen, que lo de los horóscopos es un rollo de unos cuantos videntes. ¿Cómo van a saber nada de mí por el mero hecho de haber nacido en enero o en agosto? Eso de que las estrellas tienen algo que ver con mi nacimiento es un rollo. Y tú te ponías seria, porque creías a pies juntillas lo que decían las revistas sobre la salud, sobre el amor o sobre el dinero que nos iba a llegar de no sé dónde. También te tengo que decir, ahora que no te puedes defender, que eras muy mala jugando a las cartas; que no sabías aprovechar los comodines, aunque de vez en cuando ganaras. Te creerás que no me acuerdo, pero no se me olvida cuando ibas a mi casa y le pedías a mi hija que te dejara bañar a mi nieta Martina recién nacida, porque eso de tener un bebé entre tus brazos, te encantaba.

Camino del Falla estuvimos contigo en el hospital hace una semana y te reías de corazón con las cosas que se nos ocurrían al pie de tu calvario. Cantabas muy bien por flamenco, aunque te arrancabas poquitas veces. ¿Te acuerdas de cuando fuimos al Programa “Conocer Andalucía”? Te liaste con el número de columnas que tiene la Mezquita de Córdoba y yo me metía contigo hasta que me decías ¡Paquito, Paquito! En todos estos últimos años de padecimientos has tenido a tu lado a tu fiel y sacrificado marido. Debes saber que, aunque tú faltes, lo apoyaremos ahora que la soledad va a querer venir a asaltarlo.

Carmen, que las estrellas en quienes tanto tú confiabas, te den luz eterna por siempre. Tus amigos quedamos aquí con la tristeza de tu ausencia, aunque con la alegría de tu recuerdo. Besos.   

 

 

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