El Loco de la salina

Mujer, trabajo y realidad

Todavía hoy se dice la expresión “sexo débil” para referirse al que en realidad es el más fuerte de los sexos.

Se acordó usted ayer de darle un beso a su pareja y decirle que la respeta y la quiere como a su propia vida? Hágalo cuanto antes, que todos los santos tienen novena. Porque ayer se celebró el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y usted sin enterarse y yo con estos pelos. 
Todo tiene su historia y antes de que yo estuviera loco ya lo había estado el mundo mucho más que yo. Lo que ha pasado a través de los tiempos con la mujer no tiene nombre. Incluso el origen remoto de la palabra “mujer” ya nos está advirtiendo de lo que hay. Procedente de la palabra latina “mulier”, si seguimos hacia atrás, nos encontramos con que “mulier” procedía a su vez de “mollis aer”, o sea, materia blandengue, muelle.

Todavía hoy se dice la expresión “sexo débil” para referirse al que en realidad es el más fuerte de los sexos. Desde la antigüedad la mujer estuvo relegada por los machotes de pelo en pecho, que eran los que mandaban en sus casas; por supuesto no de puertas para adentro, sino de lengua para fuera.

A lo largo de la Edad Media más de lo mismo; recuérdese, por poner un ejemplo clarificador, el derecho de pernada. Tuvieron que transcurrir muchos siglos para que comenzara a despertar en el ser humano la conciencia de que la igualdad era algo difícil de conseguir, pero posible. La Revolución Francesa, con su libertad, igualdad y fraternidad, encendió la pólvora de un movimiento que ya nadie pudo parar, aunque a determinados países árabes no ha llegado todavía la noticia.
Más adelante, en marzo de 1908, salió ardiendo en Nueva York una fábrica de camisas y murieron 140 mujeres jóvenes trabajadoras, lo que puso a pensar a más de cuatro que hasta aquí habíamos llegado. Es decir, que la cosa ha costado y sigue costando trabajito. Pero es que el tema no ha parado aquí. Llevamos actualmente una racha espantosa de asesinatos de mujeres a manos de unos hombres que siempre debieron pensar que la vida de su pareja estaba en sus sangrientas manos. Y no hay que irse a California. No. Aquí mismo, hace unos días, en Chiclana sin ir más lejos. Hemos dado un paso más peligroso, porque a los antiguos no se les ocurría llegar a estos extremos. Hay que estar demasiado loco para matar a una mujer. Y a los locos lo que hay que hacer es lo que hacen conmigo: encerrarlos antes de que cometan esas atrocidades.
Por otra parte, ya saben que el trabajo nos viene desde que Adán y Eva metieron la pata en el Paraíso y se ganaron el castigo divino. Eso dicen los que se tragan la Biblia tal cual la van leyendo sin entrar en más interpretaciones de sentido común. Pero la misma palabra, ya desde los romanos, procedía de “tripalium”, que era un instrumento de tortura de tres palos, donde ataban a los condenados y les daban para ir pasando. Sin embargo, en estos tiempos el trabajo ha pasado de ser un castigo a convertirse en una ilusión. Y vamos a reconocer que las mujeres trabajan más que muchos hombres como de aquí al fin del mundo ida y vuelta. Y además nunca se jubilan. Y además no cobran por mantener sus casas con todo lo que hay en ellas, incluida su pareja. Y además no echan en cara su trabajo.

Pero llega la realidad y nos quita todas las pamplinas de la cabeza. Pobre mujer. Al castigo que ha sufrido a través de la historia se une la hipocresía de los que, al mismo tiempo que escriben y piropean, humillan Los papeles lo aguantan todo. Precioso. La constitución, la conciliación familiar, las contrataciones de la mujer, la igualdad de derechos, la equiparación de sueldos…Todo es fantástico, pero un mojón para los que tanto y tan bonito escriben. La realidad es tosuda y nos dice que estamos muy lejos de llevar a la práctica lo que ponen esos papeles. Esperemos que algún día así sea. 









 

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