Habemus lectores

Dejo atrás la Feria del Libro con energías renovadas. Amigos, no todo está acabado.

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Cuando yo aún pensaba que los mayores problemas de la vida consistían en no mearme en la cama y conseguir que me dieran el chupete (fui adicto a succionar ese maldito trozo de goma hasta los cuatro años), mis padres ya me llevaban agarrado de la mano a la Feria del Libro de Cádiz. Un evento que, desde que tengo uso de razón, se ha celebrado en el mismo lugar: en el insigne Baluarte de la Candelaria.

Allí mismo me paseaba con andares torpes y curiosa mirada mientras mis padres me compraban algún libro para colorear en la sección infantil, un cómic o versiones adaptadas para renacuajos de los grandes clásicos de la literatura. “El pirata Garrapata”, “Fray Perico y su borrico” o “Manolito Gafotas”, unos años más tarde. Quizá, por ello, tenga cierto cariño especial a esta fortificación del siglo XVII. Un edificio que ha sido cuartel, maestranza de ingenieros y palomar del servicio colombólico del Ejercito. Una fortificación utilizada para la defensa de nuestra ciudad hace cuatro siglos. Ahora, casi cuatrocientos años después, durante diez días al año, se convierte en el cuartel general de las letras.

El caso es, que la semana pasada tuve el honor de ver la Feria desde otro punto de vista: desde la perspectiva del escritor. Esta vez me tocaba el rol de vender, de hablar con los lectores y firmar desde detrás de una mesa durante toda una tarde entera. De disfrutar cada segundo al ver la cara de ilusión de los gaditanos frente a las repisas repletas de libros, al comprobar que la gente lee, al saber que prefieren estar allí antes que en otro lado (y que no todo son toros, carnavales y fútbol [Se superaron las 11.000 visitas a pesar de las lluvias y la final de la liga BBVA]).

Y por si fuese poco, a parte de los lectores, también tuve la oportunidad de ver con mis propios ojos, una vez más, que Cádiz es una provincia emergente en cuanto a la actividad literaria. Que hay muchos escritores con ganas de llegar lejos, de trabajar, de buena gente dispuesta a otorgarle a nuestro suelo una posición destacada en el pódium literario. Que hay mucha gente detrás a la que debemos estar agradecida, encargada de toda la organización para que, año tras año, se haga posible este contacto entre escritor y lector.

Dejo atrás la Feria del Libro con energías renovadas. Amigos, no todo está acabado. Bien es cierto que corren tiempos malos para el papel, pero la gente sigue leyendo. Hay vida para las letras.
Termino igual que empecé: dándole el lugar que mis padres se merecen en todo esto. (el principio y el final, fíjense). Gracias, de corazón. Gracias por hacerme cruzar la Feria del Libro a temprana edad (cuando somos verdaderas esponjas antes las experiencias y abrimos los ojos como platos ante cualquier asunto). 

Papá, mamá. Gracias por guiarme por el camino de las letras.

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