Educar para el futuro

El odio: la peor de las plagas

Quién educa a otro en el odio pervierte su conciencia, una actuación ética y moralmente reprobable

Publicado: 13/03/2020 ·
11:00
· Actualizado: 13/03/2020 · 11:00
Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Autor

Antonio Monclova

Antonio Monclova es biólogo, doctor en prehistoria y paleontología, master en arqueología y patrimonio

Educar para el futuro

Análisis, crítica y reflexión sobre las necesidades pedagógicas de la sociedad para difundir el conocimiento y la cultura

VISITAR BLOG

Hay una plaga que se está extendiendo progresivamente en nuestro entorno y que atenaza a nuestra sociedad de una manera tan absurda como peligrosa. No me estoy refiriendo a ninguna plaga vírica de las que tanto preocupan ahora a la ciudadanía, ni a una de esas epidemias que tantas veces han asolado a la humanidad y tantísimos millones de muertos han ocasionado a lo largo de la historia, me estoy refiriendo a la peor plaga de todas, la que de manera más o menos endémica ha ocasionado las mayores desgracias acontecidas al género humano: EL ODIO. Quizás alguno nunca lo experimentase pero todos sabemos bien lo que es y lo que significa odiar.

Dicen que es el único sentimiento humano cuya fuerza vital se puede equiparar a la del amor, aunque a diferencia de este su fin sea destruir al otro, lo cual lo convierte en su principal antagonista.

Debido a las fuerzas que radican en el amor y el odio, ambos han sido motores del comportamiento humano y se han utilizado y manipulado para conseguir que los pueblos lleven a cabo sus mejores gestas y sus peores atrocidades.

Así, por amor al prójimo muchos se sacrifican para que otros sobrelleven calamidades y sobrevivan, mientras otros llevados por el odio siembran la devastación entre los que consideran objeto de su sentimiento.

Desde un punto de vista educativo el odio es un muro infranqueable para el desarrollo de las personas, obstaculizando la formación en valores con independencia de las tendencias políticas que los presidan. Además, quién educa a otro en el odio pervierte su conciencia, una actuación ética y moralmente reprobable, muchísimo más si lo hace movido por intereses.

Siempre criticaré la facilidad de algunos políticos (de toda la historia) para utilizar el odio en beneficio de sus posiciones. La soberbia con la que llegan a gozar del desprestigio de sus rivales y el supremacismo moral fatuo y cínico con que abordan los temas que les interesan, esconden estrategias para promocionar el odio entre los ciudadanos susceptibles de convertirse en sus votantes.

Dirán que esto sucede en todas las tendencias políticas y estoy de acuerdo, pues siempre habrá algo que disguste a los ciudadanos y los políticos les prometerán soluciones que – incluso siendo imposibles – pueden volverse atractivas cubiertas convenientemente por el odio.

Es triste que para perpetuarse en el poder los políticos actuales se valgan de los odios que se profesaron entre sí nuestros antepasados. Pero lo más desolador es que están logrando que se utilice la intransigencia para acusar de ella, que quien habita una región desprecie a los de otra, que haya mujeres recelando de los hombres por serlo, que no dejen manifestarse libremente a todos o que manipulen e insulten en las redes hasta desear la muerte al rival enfermo. Conviene  tener claro que el odio nubla la razón y eso lleva al caos.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN