La falta de vocaciones está provocando que los conventos de la ciudad, como del resto del país, se vayan vaciando. Al cierre del convento de Santa Úrsula, junto a la iglesia de La Magdalena, aún en venta, le ha seguido el de San Antonio, en la plaza de los Jardinillos. Esta situación debe hacer a Iglesia y administraciones, principalmente Estado, reflexionar sobre el futuro de estos inmuebles, de este patrimonio arquitectónico de nuestra ciudad y de nuestro país. En lo que a Jaén se refiere, no podemos incrementar más la lista de edificios en ruina de esta enorme riqueza histórica. La venta a la iniciativa privada puede salvar las naves de uno, dos a lo sumo, pero dentro de una o dos décadas, cuando los conventos se queden todos vacíos y las congregaciones no sean capaces de mantenerlos, como ya está sucediendo, ciudades como Jaén no tendrán demanda para albergar más hotelitos con encanto u otros tipos de establecimientos del sector servicios. Es por ello, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de servicios, ya sean sociales, administrativos o culturales, que precisa la capital, que es el momento de planificar y de que las administraciones propicien algún tipo de acuerdo, convenio o legislación que evite la ruina, por un lado, o la propia especulación, por otro. No hablamos de una desamortización, pero sí de herramientas que mantengan y pongan en servicio y valor nuestro patrimonio.
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