Curioso Empedernido

El compromiso político

No nos debemos olvidar que quienes nos ponen y nos quitan son los ciudadanos, y ser modestos y realistas, pero también exigentes

Aunque cueste trabajo admitirlo, dado el alto grado de desconfianza de la ciudadanía hacía la política y algunos de sus representantes, a veces y sobre todo en momentos cruciales, la POLÍTICA  es para muchos de los que nos hemos dedicado o se dedican a ella, un ejercicio de compromiso y generosidad.

Cuando nos asomamos a la ventana de la realidad y evaluamos las necesidades y demandas de la ciudadanía, vemos su grado de implicación y sus razones para emitir el voto, donde se ubica políticamente cada cual y cada quien y cual su interés por lo que sucede en su entorno.

Y también exploramos su sentimiento de satisfacción e insatisfacción ante las diferentes decisiones y servicios que el Gobierno de turno le ofrece. Así hay gente que en función de sus ideas y sentimientos,  se sentirán más comprendidos que decepcionados.

En la apuesta de nuestro compromiso político, ni la discusión puede quedarse en los medios, sino que hemos de avanzar hacia los fines que queremos alcanzar, y no podemos conformarnos con preguntarnos “Quién hace esto o lo otro”, sino que hemos de ir más allá y empeñarnos en “Cómo podemos hacerlo mejor”.

Hemos de tener cuidado con no emborracharnos de poder y caer en el narcisismo político, siendo víctimas del engreimiento y la petulancia, guardando gratitud hacia quienes confían en nosotros y no siendo tan estúpidos que pensemos que nos bastamos solos para hacer las cosas.

No nos debemos olvidar que quienes nos ponen y nos quitan son los ciudadanos, y ser modestos y realistas, pero también exigentes para cumplir con nuestras promesas, para hacer de nuestros compromisos una red de realidades que mejoren la sociedad, una cadena de responsabilidades y solidaridades ciudadanas.

Mala cosa cuando la política se convierte en el círculo de unos pocos o la puerta giratoria de intereses privados en lugar de la participación de todos, deja de ser compromiso para convertirse en negocio, y pasamos de ser ciudadanos a súbditos, de cargos a cargas,  de cómplices a clientes.

Con frecuencia, generalizamos y simplificamos, y convertimos la lucha política en  una batalla sin sentido entre el bien  y el mal, entre buenos y malos, y abandonamos lo más preciado de la democracia, que es la posibilidad de dialogar, de discrepar o llegar a acuerdos, incrementando la crispación.

Elevamos a los altares de la popularidad a los seres más impresentables y hundimos en las profundidades de los infiernos a quienes no nos gustan que nos digan las verdades. Aunque estas imágenes entre seres perfectos y culpables exclusivos no deberían existir en la realidad, desgraciadamente nuestra torpeza aplica este reduccionismo que nos nubla la visión.

Cuando tenemos un compromiso político , se nos abre un horizonte con dos caminos, el primero conduce a la POLÍTICA  de verdad sin maquillaje ni disimulos , procurando la igualdad y la justicia para todos ; si escogemos el segundo viviremos en la nube de la falsedad , la conspiración y la corrupción en cualquier de sus modalidades.

Si queremos mantenernos fieles a nuestro compromiso político hemos de mirarnos todos los días al espejo, para autocriticarnos, para no dejar de ser protagonistas y responsables, evitando agitar los viejos debates y conflictos, airear y asustar con  los fantasmas para infundir miedo a los demás, sacar a pasear y alimentar a los enemigos de la verdad y superar las fobias y complejos.
                     

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