Los comienzos nos hacen volver a ilusionarnos. Volver a creer en todas nuestras posibilidades. Los comienzos nos hacen volver a lo que un día quisimos ser. Todo eso que a veces no nos atrevimos por miedo a apostar que conseguiremos todo lo que al final del camino avistamos. Eso sí, sin olvidarte de la compañía en el camino. Esa compañía que, aunque cambies el rumbo, sigue siendo la misma. Esa que confía en cada paso que das y que también, esos pasos, los da contigo. Esa que te hace mucho más ameno tu salto al vacío, porque te presta sus alas para que planees en el vuelo, para que disfrutes el trayecto. Los comienzos deberían ser eternos. Conservar la chispa, la ilusión, las ganas. Elige bien quién te acompaña, porque quizás tenga guardado bajo su manga la fórmula para hacer que los comienzos nunca mueran. La fórmula con la que se dividan las penas y se multipliquen los momentos que te hacen ser mejor siendo feliz. Porque a veces tenemos que volver a empezar, pero lo importante es saber que si una puerta se cierra es porque otra ventana se abre. Que siempre tendremos opción y que jamás debemos darnos por vencidos. Jamás. No temas, no desistas, no te venzas. Lo mejor está por llegar. Sal afuera, el presente te está esperando porque quiere verte triunfar.
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