Triste imagen la que ofrece Juan José Cortés en la tribuna de invitados del pleno del Parlamento Andaluz. Contempla la última sesión de la Cámara con un rostro un tanto desafiante, por no decir que desairado, ante la indiferencia que cosecha entre los suyos, que son, mientras no se demuestre lo contrario, los del PP. Ni siquiera el Presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno Bonilla se molesta en saludarlo y hablar con él en los largos pasillos del antiguo Hospital de las Cinco Llagas. Quiere explicaciones sobre su futuro, que alguien de su partido le cuente qué va a pasar, si va a seguir en la lista de candidatos para el Congreso de los Diputados por Huelva, o, por el contrario, barajan alguna solución para colocarlo en algún otro puesto que la garantice su supervivencia, digamos que, política. De momento, nada ha trascendido pero el propio Cortés debe ir sacando sus propias conclusiones. No lo quieren. Se ha convertido en un problema y lo que antes eran fotos, sonrisas y abrazos ahora se ha convertido en indiferencia y desdén cuando no desprecio y silencio ante su incómoda presencia.
Y es que el PP al que ahora apela no tiene mucho que ver con aquel que le acogió de forma triunfal con un Pablo Casado todavía fascinado con su tirón mediático a cuenta de la desgraciada muerte de su hija, Mariluz. Luego se demostró que no hubo tal efecto arrastre y en la cuneta quedó nada menos que todo un símbolo para los populares andaluces como era el caso de la ex Ministra de Trabajo, Fátima Báñez. La jugada, de altísimo riesgo, tenía pocos visos de repetirse tal y como apuntan los acontecimientos más recientes. El estrellato de Cortés ya es historia y ahora se ha tornado en una figura descarriada que suplica razones de su marginación y con ganas de arremeter contra todo aquel que se le ponga por delante y ose con dejarlo tirado. Lo cierto es que aquellos tiempos marcados por la frivolidad más absoluta, que propiciaron su fichaje por parte de Juan Ignacio Zoido, ya han terminado . El otrora ministro del Interior bastante tiene con mantenerse vivito y coleando lejos de aquí, en el Parlamento Europeo. Le ha sonreído la suerte y encontró acomodo en Estrasburgo mientras que otros se quedan en el camino como el propio Cortés con el que compartió foto y hasta le encontró un puesto muy bien retribuido sin hacer nada en el propio ayuntamiento de Sevilla hasta que estalló el escándalo y tuvo que renunciar a tan flagrante mamela.
Da la sensación de que estamos en el final de una etapa. Se desconoce cuál será su destino pero parece claro que la inconsistencia, el figureo, y la falta de escrúpulos tiene las patas muy cortas. Puede que estemos, simplemente, ante un juguete roto, al que otros sacaron el debido provecho hasta que dejó de servir para el objetivo para el que lo concibieron. Triste final, sí, pero cuidado que quien tanto se dejó manosear no tiene pinta de que le atropellen sin más.
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