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Cádiz

La rebelión contra el cambio climático sube de temperatura

Extinction Rebellion Cádiz alterna ya las ‘performances’ para concienciar con acciones más contundentes como cortes de carreteras

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Imágenes de las acciones llevadas a cabo por Extinction Rebellion Cádiz desde la desescalada.

Los integrantes de Extinction Rebellion Cádiz comenzaron la semana pasada a alternar las performances y concentraciones coloristas con actuaciones más contundentes. Activistas llevaron a cabo cortes de tráfico en Algeciras. Maribel Hernández, una de las portavoces del movimiento ecologista, reconoce que está en agenda la ejecución de acciones del mismo corte conforme el colectivo sume más partidarios y “ganemos seguridad”.

Extinction Rebellion se estableció en 2018, cuando unos cien académicos firmaron un llamamiento a la acción a nivel mundial para influir sobre las administraciones y la ciudadanía y las políticas medioambientales globales mediante la resistencia civil masiva no violenta para frenar el calentamiento global en línea con la ciencia y minimizar la extinción masiva. En menos de un año desde su fundación, un millar de participantes del movimiento, catalogado como ideología extremista por la Policía británica, fue detenido en el transcurso de sus actuaciones en Europa.

En la provincia, la organización, con actividad desde marzo de 2019, recomienda la lectura de la guía antirrepesiva de la CGT como “herramienta de defensa y consulta para las situaciones que se puedan producir por la acción de las fuerzas de seguridad del Estado, tanto en las luchas reivindicativas en las empresas como en los entornos de la lucha social”.

Martínez asegura que la demanda de soluciones políticas graduales para evitar el desastre ha fracasado. “Solo una revolución global, masiva y basada en la desobediencia civil no violenta” puede generar los cambios. Extinction Rebellion sostiene que basta con “que se movilice entre un 1% y un 3% de la población para crear un cambio social masivo o provocar la caída de un régimen”.

El objetivo es conseguir que los gobiernos digan la verdad sobre la gravedad y la urgencia climática en la que nos econtramos, revertir las políticas inconscientes y trabajar juntos con los medios para comunicarse con los ciudadanos.

En segundo lugar, el movimiento exige que los gobiernos promulguen medidas políticas legalmente vinculantes para reducir las emisiones de carbono a cero neto para 2025 y reducir los niveles de consumo.

Y, por último, las administraciones deben impulsar la celebración de asambleas ciudadanas en las que estén representados todos los colectivos, desde el 1% más rico al 25% de la población que vive en riesgo de la exclusión social, asesoradas por expertos en climatología y medio ambiente, y que sirvan para desbloquear, acelerar y consensuar procesos de resolución política. Todo ello, remarca la portavoz gaditana, debe estar guiado por la justicia ecológica. “Las consecuencias no las pueden pagar quienes menos han contribuido a esta situación”, explica.

En Cádiz, las amenazas provienen de las grandes empresas industriales instaladas en el Campo de Gibraltar, las gasolineras flotantes en El Estrecho, la presión urbanística y la turisficación especialmente en la Bahía de Cádiz y la Janda, o el tráfico de graneles en el Bajo de la Cabezuela. “Las administraciones han hecho la vista gorda”, denuncia. Extinction Rebellion considera, de hecho que “nuestros gobiernos han cometido neglicencia criminal al no abordar con urgencia la crisis climática, ecológica y civilatoria a la que nos enfrentamos”.

Por ello, Hernández defiende la cultura regenerativa. “El modelo social no ha dado con la tecla, es necesario una revolución basada en la empatía, el cuidado, la cooperación y la creatividad y la renuncia al ego”, explica. Al término de las asambleas, “hablamos de nuestras emociones”, agrega.

De hecho, la organización afirma que el negacionismo y el silencio tiene su origen en que el cambio climático es como inocular una gran dosis de dolor y una pizca de culpabilidad a los ciudadanos. Extinction Rebellion trata de ofrecer “a las personas espacios en los que coincidir en vez de tirar de la alfombra de debajo de sus pies”, en palabras de la activista Anna Pigott.

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