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Cádiz

"Vamos contra el sistema que los prioriza, no contra los hombres"

Entrevista a la concejala de Fiestas y Participación Ciudadana en el Ayuntamiento de Cádiz, María Romay

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María Romay tiene 27 años y es concejala en el Ayuntamiento de Cádiz desde 2015. Su responsabilidad de gobierno en delegaciones como Fiestas o Participación Ciudadana la han obligado a dejar aparcados sus estudios de Relaciones Laborales y Recursos Humanos, aunque su vocación era la Educación Social -unos estudios que no pudo realizar por cuestiones económicas. Procede del Partido Anticapitalista. Es conocida por enarbolar la bandera de las reivindicaciones universitarias para denunciar la precariedad, la imposibilidad de acceder a las becas o la falta de compatibilidad del trabajo y los estudios por la Ley Bolonia.

Que me llamen la niña del megáfono me llena de orgullo porque cogí el megáfono para defender los derechos que creí que eran justos

Tiene muy presente a su familia, a la que nombra varias veces a lo largo de la entrevista. Sólo ha conocido una alcaldesa en la ciudad, le encanta ir con sus amigos a La Caleta a cantar coplas. Ha sido capillita saliendo durante siete años en Humildad y Paciencia. Su pasión por el Carnaval y por el movimiento asociativo le viene heredado. Es sensible y no ve su vida sin que haya una participación política en ella. Son “valores que te enseñan y al final calan”. 

¿Cómo recuerda esos momentos en los que decide dar el paso a la vida política en primera línea?

—Yo he sido activista. He militado desde los 16 años en Anticapitalistas y cuando mi partido se propone iniciar el proyecto de Podemos, mi perfil era de los más escasos y podía significar una movilización del voto más juvenil, así como la implicación en la elaboración del programa. Eso fue lo que me empujó. Siendo sincera y echando la vista atrás, no pensábamos dar el ‘sorpasso’, pensábamos en una oposición vehemente. La ciudad confió en nosotros, algo que me llenó de orgullo y de un sentimiento de responsabilidad que te llena los ojos de lágrimas (se emociona) al recordar la imagen de la plaza y acordarme cómo el alcalde me decía que ‘toda esa gente está ahora encima de nuestros hombros’. Sentías sus expectativas y que tenías que estar a la altura de las necesidades de la ciudad. Somos de Cádiz y compartimos los espacios con quien tenemos que rendirles cuenta. Significa de qué lado de la barricada tienes que estar al entrar y al salir, a quién no puedes serle desleal.

 Y ¿sigue creyendo que se pueden cambiar las cosas?

—Sí, y al entrar en este tercer año de legislatura quizá he recuperado parte de esa ilusión porque dices es el último año, tengo que ser capaz de sacar lo máximo de lo propuesto y además instalar palancas que permitan ese cambio estructural por el que hemos apostado. Sería deshonesto decir que hemos conseguido todo lo que nos proponíamos. Por eso queremos volver a gobernar en la próxima legislatura. Queremos revertir la maquinaria burocrática y que no repercuta de manera directa en el ciudadano. Hay que facilitar la relación con la institución más cercana pero a la vez tan desconocida. Hay que humanizar la administración. La ilusión sigue en pie. 

¿Qué anécdotas tiene de estos tres años?

— Por ejemplo, recuerdo cómo días antes de la toma de posesión te manda llamar el secretario para hacer el inventario de tus bienes y se creía que había un error porque aparecían 250 euros y sólo un día cotizado. Le expliqué que era la pensión de orfandad que recibo y es el dinero con el que vivo con mi madre y mi hermano. Y el hombre se quedó como si no lo hubiera visto nunca. Yo dentro de mis amigas no soy rara y aquí sí (se le lagriman los ojos).

¿Ha sido una cortapisa ser la más joven de la Corporación?

— Sí, tengo una doble dificultad: soy la más joven y soy mujer. Lo percibo constantemente todos los días. Desde el trato personal. A mis compañeros les llaman señor concejal y a mí chiquilla o niña. Todos los días no apetece ser ‘malage’ y recordar que soy delegada del alcalde igual que mis compañeros. Al principio temían que yo no fuera solvente y esto me quedara grande. La sociedad es machista y las instituciones son el reflejo de la sociedad. En el mundo del Carnaval no sentó igual de bien que una niña les dirigiera.

¿Le molesta que la llamen la niña del megáfono o feminazi?

—La niña del megáfono me llena de orgullo. De hecho, Ignacio Romaní (PP) pleno sí y no lo suelta. No nos supone ninguna vergüenza, cogí el megáfono para defender los derechos que creí que eran justos, ahora mismo lo sigo cogiendo. Y cuando deje de ser concejala volveré  a mi  activismo. Es de orgullo que haya mujeres y jóvenes que alcen la voz. No nos avergüenza.

En cuanto a feminazi, hay una corriente de pensamiento que intenta contraponerse a la emancipación de la mujer, hay una serie de compañeros que no están dispuestos a perder sus privilegios para darle el sitio que corresponde a las mujeres. Y tienen una actitud defensiva. No se ajusta a la realidad. No hemos hecho campos de concentración y matado a los hombres. Tenemos que pelear contra esa palabra con connotaciones políticas interesadas. Nos coloca en una situación defensiva cuando estamos en una situación ofensiva: queremos nuestros derechos y los queremos ya. Que salgamos a decir que no queremos morir... Más defensivo no lo hay, incluso deberíamos pasar a la ofensiva, quiero lo mismo que mi compañero y solo por tener órganos genitales distintos no podemos tener derechos distintos. Es un término que deberíamos desahuciar de nuestras vidas, ser pedagógicos con él. Creo que los hombres que quieren emprender este camino con las mujeres que queremos empoderarnos, deben ponerse con nosotras, vamos contra el sistema que los prioriza a ellos frente a nosotras, no contra ellos. Sin ellos tampoco vamos a poder ganar esta lucha. Tienen que venir con nosotros y acompañarnos.

María Romay en la entrevista.

¿Qué aporta María Romay como mujer a la política?

—En esta ocasión es bastante indisoluble, soy la primera concejala de Fiestas mujer de toda la democracia gaditana. ¿Es aleatorio? ¿Nunca ha habido ninguna mujer que supiera de Carnaval? No es aleatorio, creemos que responde a patrones de dirección, de liderazgo, de que es una delegación que tiene mucho contacto con el exterior. En Cádiz hay muchos artistas y eso hace que esta delegación sea más complicada en cuanto a las formas que en cuanto al contenido. Para llegar a una decisión conlleva un proceso participativo (Patronato y Junta Directiva) de muchos colectivos que se ponen bajo el liderazgo de una mujer.

¿Le dio miedo cuando le encargaron el Carnaval?

—Sí, mucho porque soy muy aficionada. Sabía que me iba a cortar las alas en cuanto a opinar o mostrar mis gustos. El  Carnaval lo vivo desde muy pequeña y a veces me cuesta. Sé que es una pasión fundamental en Cádiz que enciende mucho a la gente y que es un colectivo muy exigente. A ver cómo iban a reaccionar, si me van a ver como una niña o como una coordinadora de la fiesta grande de la ciudad. Pero estoy muy contenta con mi delegación que es muy profesional. Me explicaron todo y pusieron en mis manos la dirección de la delegación. Sentí muy buena acogida por parte de la mayoría de las agrupaciones y de los miembros del Patronato.  Yo creo que la democracia cuesta trabajo y que si nunca lo hacemos, nunca vamos a saber cómo se participa democráticamente.

Ahí está el episodio del pasado Carnaval con el disfraz de Gades, ahora que han pasado los meses ¿qué sabor de boca le queda?

—Yo no sabía que se iba a liar tanto. Mi abuela, que es artesana del Carnaval, desde pequeña  me ha educado que el disfraz es algo transformador, contestatario y muy potente como expresión. Más allá de que sea algo que tú no eres es quien  eres tú mientras estás disfrazado. Mi abuela me preguntaba ¿quién quieres ser?  Y yo esa noche quería ser Cádiz y creo que lo fui. Una estatua de Gades bastante fiel a la realidad, eso creo que fue lo que la gente no llevó bien. Esto pone de manifiesto el nivelito cultural de algunos; que no seamos capaces de ver una estatua con ojos que no sexualicen. Me crea una profunda tristeza. Yo no me arrepiento, lo volvería a hacer. Creo que puse sin querer un debate necesario sobre la mesa. Que las mujeres nos podemos poner lo que nos dé la gana y no por eso tienen derecho a cosificarme, a mirarme, a decirme, a tocarme... Más de actualidad creo que no puede estar. Cuando vemos que cuestiones como la Manada se justifican por lo que llevaba la chica puesto, pues a mí esa noche se habría justificado que me hubieran hecho de todo. Eso no da derecho. Como si quiero ir en pelotas por la calle. Y un apunte a los que piensan que era una pintura, no lo es. Es una malla pintada por Queco al que le doy las gracias por ese trabajo espectacular, el diseño es de Eva Zamorano, y trabajaron más de diez artesanos. Quería ser un escaparate de nuestros artesanos. Lo conseguí, hemos recibido mensajes de Cibeles y Barcelona  pidiéndonos el traje. Me da mucha pena que se valore positivamente fuera de Cádiz y que los gaditanos, de una ciudad Cuna de la Libertad, no sean capaces de asumir una malla pintada donde se vean dos pezones y la sombra del pubis. Y el uso de eso para determinados intereses, como hizo Fali Pastrana, haciendo acusaciones muy graves que tuve que denunciar: tú puedes ser machista pero no acusarme de prevaricación y yo quedarme callada, Ahí está mi honor como concejal y yo no voy a dejar que se manche. Estoy acostumbrada a un mundo machista. Si el alcalde se hubiera disfrazado de Hércules, ¿hubiera pasado eso? 

¿Cómo valora estos tres años?

—Ha habido momentos buenos, de desesperación, de miedo, de impotencia, de superación. El primer gran proyecto donde trabajé fue la Regata. No había nada y faltaban tres meses para la Regata no había ni un contacto, ni un acuerdo con la Sail International Training, ni un patrocinio. Me tuve que meter en Deportes, sin gerente, con un presupuesto de siete millones de euros, que me produce dolor de cabeza, con contratos de mucha cuantía, con mucho personal... Había goteras en todas las instalaciones deportivas. Al final salió una regata digna y bonita para los recursos que se pusieron sobre la mesa. El cambio de delegaciones no significa ascenso. Hay unas más mediáticas que otras. Es una remodelación del equipo y me mandaron para Carnaval. 

María Romay.

Pasando a sus delegaciones, ¿está dispuesta a modificar el reglamento del Concurso tras las quejas por las puntuaciones en el sistema de valoración?

—Creo que este equipo de Gobierno nunca se ha cerrado a modificar nada, en el seno del Patronato. Todos los años ha habido cambios de reglamento. Cuando entro en la delegación había más de 14 años de inmovilismo. Hacemos una reflexión ¿merece más la pena, que avance y equivocarnos, o no intentar nada más? Decidimos que valía la pena arriesgar y que no se nos iban a caer los anillos si teníamos que volver porque nos habíamos equivocado. Todo debe estar en permanente revisión. Algo como el COAC que está tan vivo. Todo lo que venga de mano de los colectivos que pertenecen al Patronato, o cualquier aficionado que quiera mandar cualquier petición, se debatirá y la decisión de la mayoría será la que acatemos. Nunca he usado el voto de calidad de la Presidencia, nunca, siempre nos hemos puesto de acuerdo. La mesa del Patronato puede ser de las más plurales. Cuando hay ganas de trabajar por el Carnaval, se consensua y se llega a acuerdos.    

Ante el incremento de agrupaciones, ¿hay posibilidad de abordar una criba?

—Hay debates dentro del Concurso que son recurrentes. Yo se lo he escuchado a mi abuelo. Yo me senté con Carlos Mariscal cuando me dieron la Delegación de Fiestas para entender los cambios que había dentro. Necesitaba un mapa de la situación y mi abuelo me dice que ese debate se tuvo en la Fundación. Igual que la fecha fija, nosotros lo único que hicimos era aceptar el debate, que venía de los años 70. Llevando una moción al Pleno no se cierra un debate. Una cosa es la representación plenaria de los partidos y otra cosa es la participación directa. Tarde o temprano ese debate volverá a saltar por algún lado. Respecto a la criba hay muchas propuestas, como hacer una preliminar fuera del Falla, porque hacerla allí fomentaría que vinieran grupos que saben que no tienen posibilidades, pero solo por cantar en el Falla vienen. ¿Qué hay de malo en ser el concurso más multitudinario y popular de España? Si no sería un certamen de profesionales. La particularidad que hace que el Carnaval sea popular es que cualquiera puede montar su agrupación. Nuestra postura es defender el carácter popular y masivo de nuestro Concurso porque es una de las cuestiones que lo hacen único y con un potencial directamente proporcional a lo que hagamos. ¿Que tendremos que ver cómo se encajan tantos días de concurso? Pues sí, pero aquí se pone el parche antes que salga el grano. El año que más aumento tuvimos fue el pasado de 154 a 173, pero no se da la previsión de que se llegue a los 200. 

 

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