Las aguas siguen subiendo. El legislador ateniense Solón lo escribió siete siglos antes de Cristo: “El mar se revuelve por obra del viento, y si nadie lo agita es de todas las cosas la más arreglada”. El papel de viento lo ha asumido la Fundación FAES y, en nombre de su presidente, José María Aznar, ha lanzado una nota de prensa-manifiesto con todos los avíos para dar munición a los más radicales de la derecha. No ha escatimado epítetos, pero el summun de lo expresado es avanzar que España se encamina hacia la condición de Estado fallido. Como Libia, Somalia, Yemen o Sudán. Pues hay que echarse a temblar porque tiene toda la pinta de ser una profecía para que se cumpla. Hasta el filósofo Kant atacaba a los falsos profetas: “A los profetas judíos les resultaba muy fácil predecir el carácter inminente, no sólo de la decadencia, sino de la desintegración de su Estado, ya que eran ellos mismos los causantes de tal destino”.
En esa noble tarea se encuentra Aznar, zurrando durante años a Rajoy y azuzando a Casado para que no se desvíe del camino que él ha trazado. España ni está en la lista de esos Estados, ni lo estará nunca. Pertenece a la Unión Europea, al Consejo de Europa, a la OTAN y a todas las organizaciones multilaterales, con una credibilidad en los mercados más que notable. Con la prima de riesgo a 68 puntos y un Tesoro que emite deuda y recibe una demanda de compra récord, recortando los intereses a niveles irrisorios, no pueden decirse bobadas.
El que, cuando le convenía, hablaba del movimiento de liberación nacional vasco para referirse a ETA o hablaba catalán en la intimidad, para pactar con Pujol, incluso para decir que la independencia vasca era posible sin emplear la fuerza, para pactar con Arzalluz, se pone a sacar su pedigrí constitucionalista. “Este gobierno, empezando por el Partido Socialista, ha hecho una enmienda a la totalidad a la Transición y al pacto constitucional”. Lo dice el único dirigente que fue comprensivo con la abstención a la Constitución: “En determinadas ocasiones, la abstención puede estar justificada. Incluso darse el caso de una abstención beligerante como en el pasado referéndum constitucional”. A la contra, Borja Sémper rompe la baraja y se va: ”Me incomoda mucho un clima de confrontación permanente en la política”.
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