Lejos de serlo – una ilustración – es una fotografía sometida al singular modo que tenemos, gracias a las nuevas tecnologías, de desvirtuar la realidad, o por el contrario, aumentarla.
La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual europeo (especialmente en Francia e Inglaterra) que se desarrolló desde fines del siglo XVII y que en algunos países se prolongó durante los primeros años del siglo XIX. Los pensadores de la Ilustración sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor.
Aquel movimiento social, cultural y económico, culminó su expresión estética en lo que vino a denominarse neoclasicismo que, lejos de situarle en el epicentro de nuestro comentario, no dejamos de reconocerle (al Siglo de las luces) la importancia que tuvo en el tesón de revitalizar la razón frente a los prejuicios y oscurantismos de otras áreas de pensamiento y religión.
Pero esta ilustración a la que venimos a referirnos, proviene de ´ilustrar´, que significa dar luz al entendimiento, aclarar un punto o materia con imágenes, casi siempre gráficas y relativas al grabado o dibujo, que suelen complementar el contenido textual. Ilustrar también es instruir, civilizar; y si nos referimos a Dios, podría significar alumbrar interiormente a las criaturas con luz sobrenatural.
Ya sea por la razón, alumbrado sobrenatural, o fotografía sometida a Photoshop en este caso, la ilustración que presentamos, para el buen observador, no debería pasar desapercibida.
Hace especial mención a un aspecto estético y de salud, que aunque no se haya fundamentado en El Siglo de las Luces, su raíz y ámbito es de vital importancia.
Quizá ya lo hayamos mencionado. Quizá haya sigo objeto anteriormente esta sección de enrevesadas palabras liadas con cables de ida y vuelta, aéreos, groseros, retorcidos, que se pasean por las fachadas de nuestra Ciudad. Quizá ya hayamos anticipado nuestra preocupación por la incidencia y contaminación visual a la que estamos sometidos. Pero, como dice el dicho, más vale una imagen que cien palabras.
Aunque el ángulo en el que nos situamos no sea el más crítico, la ilustración de lo que venimos a contar podría perfectamente haber tenido otros puntos de referencia en este núcleo urbano que recorremos día a día como si nada, como si las ondas electromagnéticas no intervinieran en nuestro entorno y calidad de vida, como si lo invisible por permanente y detectable, pasara igualmente desapercibido.
Eso pasa con todas aquellas incidencias visuales a las que ya nos hemos acostumbrado y a las que no ´echamos´ cuenta. Las hemos asimilado e interiorizado de tal forma que, tanto cables, antenas, señales….aun estando, no están.
Sin embargo, para el buen observador, que seguro los hay y muchos entre nuestros lectores, otra pequeña mirada a esta ilustración, que no es sino una metamorfoseada realidad convertida en deseo, podrá declararle lo que insistimos en decir: La Ciudad es más bella de lo que parece y podría ser aún más si, la inteligencia urbanística y el control sobre la actuación en el municipio de las compañías eléctricas, de telefonía y todas aquellas que surten de servicios a nuestra viviendas, estuvieran sujetas a un reglamento municipal firme, en defensa de nuestra calidad de vida y de las generaciones venideras, las cuales obtendrán los réditos de las gestiones actuales.
Hace poco caminando en ´El Barrio´, descubríamos a dos operarios con un tambor enorme lleno de cable. Se trataba de la instalación del servicio de fibra óptica de una compañía de telefonía. Ni cortos ni perezosos harían lo que les habían indicado: instalar una nueva vía (negra en este caso) a través de las ganzúas aéreas que ya sostienen otra multitud de hermanos eléctricos y telefónicos, implementando así la flora que, cual enredaderas, adorna fachadas y extiende lianas, como si de avanzadilla de asalto entre edificios se tratara.
Sí, hemos quitado en nuestra ilustración todos aquellos cables que nos llenan de ´luces´ y hemos pretendido mostrar cuan bellos resaltan los edificios en sus diferentes modalidades arquitectónicas y sus diferentes épocas de nacimiento y existencia, sin la incidencia de la modernidad, la cual, en estos casos, debería pasar desapercibida y estar donde le corresponde: abajo, enterrada, oculta pero efectiva y no grosera y a la vista.
¿Existirá algún gobierno municipal que plante cara al oligopolio? No cabe duda que aquellos operarios, para actuar en vía pública, tendrían permiso de la municipalidad.
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